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Esperanza y luz para un futuro incierto

Nos vamos con pena y desolación pero hemos visto mucha energía en las familias de Zaatari

Carmelo Angulo, junto a dos niñas sirias, Nur y Amal, que significan esperanza y luz, en el campo de refugiados de Zaatari / UNICEF ESPAÑA

Campo de refugiados de Zaatari (Jordania)

Salimos de Amann camino de Zaatari. Este lunes es un día lluvioso y un tanto frío para los hábitos locales. La gente saca sus abrigos y se pertrecha del viento. El tráfico, como en cualquier lugar del mundo en estas condiciones, se ralentiza, una bruma incipiente cae sobre la ciudad aumentando su perfil un tanto misterioso. Nos acompañan Kusali, originaria de Malawi, oficial de comunicaciones en la oficina de UNICEF en Jordania; Abdel El Majeeed, asistente de comunicación; y Osama Anas, nuestro conductor. Excelente equipo, muy comprometido y siempre encima de los temas de la infancia como nos contaba Etie Higgins, irlandesa, la representante adjunta que hablaba con emoción del trascendente papel de UNICEF en este país.

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Tuve la ocasión de charlar un rato con mi amigo y compañero Santiago Cabanas, embajador de España en Jordania, excelente conocedor de la zona, quien además de contarme el excelente estado de las relaciones bilaterales y los atractivos culturales y turísticos del país (Gerasa, Petra, el Mar Muerto etc.), me habló del importante papel de Jordania en Oriente Medio, su posición de bisagra en la región y del compromiso del monarca hachemita y las autoridades con la recepción de refugiados sirios. Son 640.000 registrados según ACNUR, aunque podrían ser más, e incluso parece que hay algunas bolsas en el lado sirio de la frontera norte tratando de llegar a Jordania.

Llegamos a Zaatari, el tiempo amenaza pero hace más calor que en Amann. El campamento aparece plácido y ventoso, los técnicos y expertos de Naciones Unidas corren de un lado al otro, como las bicicletas y furgonetas, haciendo sus primeras tareas y repartos matutinos. Qué difícil debe de ser trabajar y vivir aquí, conviviendo con docenas de miles de personas ansiosas, que sueñan con su país y los familiares y pertenencias que abandonaron precipitadamente en Siria. Salvo en trabajos precarios e informales, los refugiados no pueden trabajar en Jordania, que hasta ahora limita sus posibilidades laborales.

Àngels Barceló y Carmelo Angulo entregan los mensajes solidarios a los niños de Siria en Jordania

Àngels Barceló y Carmelo Angulo entregan los mensajes solidarios a los niños de Siria en Jordania / UNICEF ESPAÑA

Las instalaciones son precarias, son vidas sin demasiados horizontes ya que tampoco el elevado coste de la salida hacia Europa es una perspectiva real para ellos. Desde nuestra visión en España nos cuesta imaginar cómo es la vida diaria aquí, quizás porque las imágenes, aún más duras, de los emergentes campamentos de refugiados y migrantes en Grecia o los países de tránsito hacia Suecia y Alemania, nos impactan pero también nos impiden pensar que en Zaatari o en los campamentos de Egipto, Líbano, Turquía e Irak, hay familias y muchos niños que llevan así desde hace 5 años, sin perspectiva de cambio.

La suerte de 6 millones de niños en Siria y de los 2,4 millones que malviven en los campamentos de esos cinco países auguran una generación perdida si no reaccionamos, si no ponemos todo de nuestra parte para mejorar la dignidad de sus vidas y generar oportunidades. Creo que la educación formal e informal es la mejor respuesta ante tanta rabia acumulada y la única posibilidad de transformar esa rabia en sentimientos solidarios y constructivos. Hay que apostar para que estos niños y niñas puedan trasformar un día Oriente Medio en una región de paz y convivencia plural.

Carmelo Angulo, presidente de Unicef España, junto a Faris, un joven sirio que vive en Zaatari

Carmelo Angulo, presidente de Unicef España, junto a Faris, un joven sirio que vive en Zaatari / UNICEF ESPAÑA

Hoy nos adentramos en el campamento saliendo de las rutas principales. Visitamos primero la familia de Shokrah y de su marido Hayel Riab, que nos relata la muerte de su hermana y su familia hace un par de semanas en un bombardeo en Dará, justo cuando se había declarado la tregua. Lo hace sin acritud, con resignación. Llegaron hace dos años y tienen siete hijos, dos ya casados, que viven en otros barracones independientes. Su hogar es amplio ya que se fueron los mayores, sumamente limpio y ordenado. Nos ofrecen ese café espeso, cremoso y aromático que ellos toman y nos hablan de lo que dejaron en Siria, de su obsesión por la educación de sus hijos. Me envuelve su coraje y capacidad de contar su duelo familiar. Nos fijamos particularmente en su hijo de 18 años, Naseem, buen estudiante, que acaba de conseguir una beca en Amann para estudiar ingeniería mecánica. Nos intercambiamos mensajes por WhatsApp. No quiero perder su contacto, aunque yo tenga que aprender algo de árabe y él un poco más de inglés. Le deseo buena suerte en su salto hacia la capital. Ojalá pueda tirar de la familia, de sus hermanos, algunos más jovencitos, para que ninguno deje de estudiar.

Me llaman de varios medios de comunicación españoles a los que atiendo con el inestimable apoyo de Diana Valcárcel, -directora de Comunicación de UNICEF Comité Español, que me acompaña en este viaje-. El motivo es que hoy y mañana se conmemora el quinto aniversario de la guerra de Siria, y UNICEF ha lanzado un duro informe internacional sobre las repercusiones del conflicto en la infancia.

Nos dirigimos a la casa en la que vive Faris, un niño de 15 años que llegó solo desde Siria con un conocido para reencontrarse con su madre que tuvo que marcharse justo después, quedándose nuevo solo. ACNUR tuvo que buscarle una familia de acogida que con gran generosidad nos cuenta los avatares del proceso. Faris parece desconcertado y desmoronado, apenas responde a las preguntas que le hacemos y se nota que no tiene estímulos ni expectativas de ningún tipo, ni siquiera muestra interés por ver a sus tres hermanos que viven en el mismo campamento. Solo le vincula al futuro la pintura a pluma y tinta, y nos muestra orgulloso algún dibujo caligráfico. Quedo en mandarle una caja de pinturas para que no deje de intentarlo y vaya de nuevo a la escuela a la que no asiste en los dos últimos años. Debe de haber muchos como Farís entre los 6 millones de niños afectados por la guerra en Siria y los 2,4 millones que viven en campamentos en los países vecinos al conflicto. Este impacto psicológico afectará sus vidas para siempre.

Nos vamos con pena y desolación, pero hemos visto mucha energía en las familias que conviven en Zaatari. Nos hacemos una foto de despedida con dos niñas de seis años, Nur y Amal, que significan esperanza y luz, dos grandes palabras para un futuro tan incierto para tantos millones de niños sirios. Uno quisiera quedarse un tiempo para echar una mano pero solo profesionales comprometidos y entrenados están preparados para esta tarea.

Nuestro trabajo en el Comité Español de UNICEF consiste en mover conciencias públicas y privadas, recordar a los olvidados y movilizar recursos para poder atender a los afectados. Nuestro esfuerzo va dirigido a que cada niño y niña en cualquier lugar que se encuentre reciban atención priorizada, pero algunos lo necesitan con más urgencia para que no haya una generación perdida que deje de aportar su creatividad y vitalidad a un país de la envergadura e historia de Siria y, en suma, a todo Oriente Medio. No desesperemos y trabajemos para poner fin a esta situación. Contribuye con tu apoyo y difunde este mensaje con tus cercanos y amigos. Entra en nuestra página o llama al 902314131.

 
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