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Sofá Sonoro | recomendación Robert Finley

Los caprichos de los músicos inquietos

El cantante de los Black Keys produce el segundo álbum de Robert Finley, uno de los discos más sorprendentes del año

Robert Finley en una fotografía promocional / R.F

Madrid

Cuando tienes éxito en tu profesión te puedes dar ciertos caprichos. Hoteles de lujo al margen, los buenos músicos -los artistas más inquietos- tienden a producir a sus héroes. Johnny Winter rescató a Muddy Waters en los años setenta regalándole tres premios Grammy y reflotando su carrera. Algo parecido está haciendo ahora Jeff Tweedy, cantante de Wilco, con la legendaria Mavis Staples. También lo hizo Jack White (White Stripes) con la pionera Wanda Jackson, a la que antes había producido Justin Townes Earle, o Josh Ritter, que el año pasado escribió canciones para Bob Weir (Grateful Dead) además de producir el fantástico Blue Montain.

También se ha dado alguno de esos caprichos Dan Auerbach, cantante de los Black Keys, como cuando grabó al Doctor John en 2012 el fabuloso Locked down o más recientemente a Pretenders en su disco de 2016, aunque Dan se ha centrado más en grabar y en dar oportunidades a músicos que empiezan. En los últimos años, el cantante de Ohio se ha involucrado en proyectos junto a músicos jóvenes como Valerie June, a quien produjo el aclamado Pushing Agains a Stone. También se encargó de lanzar en EEUU al músico tuareg detrás de Bombino. Su último capricho, y su último regalo a los locos de la música, ha sido el disco del bluesman Robert Finley, un álbum en el que Auerbach compone, escribe y produce todas las canciones.

Robert Finley junto a Dan Auerbach / Robert Finley

Robert Finley se dio a conocer el año pasado gracias a un debut que llamó mucho la atención gracias a un voz poderosa y con personalidad, la voz de un hombre de 63 años que había tocado en las calles tras volar helicópteros en el Ejército de los EEUU y de pasar media vida como carpintero. Cuando Finley comenzó a quedarse ciego surgió la idea de recuperar su sueño de toda la vida, ser músico. Tras su sorprendente debut con Age dont mean a thing, Finley conoció a Dan Auerbach y surgió la complicidad entre ambos. El músico de Ohio se ofreció a grabar la segunda entrega del carpintero de Luisiana y el resultado –editado a principios de diciembre- lleva por título Goin platinum, un disco más próximo al blues y que cautiva desde la primera escucha. “Dan me tenía que recitar las canciones al oído hasta que las memorizaba porque ya no me da la vista”, explicaba el músico a Billboard. Con esas limitaciones se entregó a Auerbach intimidado por la colección de premios Grammy que lucía en la estantería de su salón. “Sentía que a estas alturas de mi vida ya no me quedan muchos disparos y no puedo fallar porque igual no hay más”, relataba el cantante. Lo cierto es que la unión de ambos músicos ha dejado una colección de canciones luminosas arropadas por coros, ritmos hipnóticos y grandes temas como Empty arms, Medicine Woman, Complications o la maravillosa Holy Wine. Canciones, todas firmadas por Auerbach, que llegan tarde para las listas de lo mejor del año pero que tienen cuerpo para estar en cualquier lista.

La historia de Finley ha dado un giro de 180 grados y tras una vida currando duro y cantando en las fiestas y en la calle, llega su oportunidad de la mano de un músico de éxito. El cantante de los Black Keys se ha dado un año de descanso con su dúo y ha grabado en solitario un gran disco. En sus ratos libres le gusta darse caprichos musicales, caprichos que cambian vidas y que dejan grandes canciones. Robert Finley es un buen ejemplo.

Robert Finley y los caprichos de los músicos inquietos
 
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