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¿Qué come Angela Merkel?

A la canciller alemana, en plena campaña electoral, le gustan las sopas, la carne asada, la verdura y, de postre, sobre todo, el queso y las uvas

La canciller alemana degusta un trozo de queso durante la apertura de la Semana Verde Internacional de Berlín, el pasado 18 de enero.(EFE / Wolfgang Kumm)

"Deme un buen cocinero y yo le haré buenos tratados" le solía decir Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord a Napoleón Bonaparte. La frase del estadista francés del XVIII, de ser cierta, serviría tres siglos después para poner orden en una vieja Europa que día a día se despierta convulsa y en la que las negociaciones de rescates, objetivos de déficit y posibles quitas ocupan buena parte de la agenda política.

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En opinión, sobre todo, de los países del sur de Europa, la canciller alemana es, cumbre tras cumbre, el hueso más duro de roer. Aquellos que confíen en la eficacia de la diplomacia gastronómica, pues, no deberían perder de vista los gustos culinarios de la candidata del partido democristiano CDU, quien el próximo 22 de septiembre podría lograr su segunda reelección y su tercer mandato.

Angela Merkel es de buen diente. Esa es al menos la conclusión que se desprende después de leer el libro A fuego... y sangre firmado por la exministra francesa Roselyne Bachelote en el que el expresidente Nicolas Sarkozy revela algunas debilidades culinarias de la canciller. La más destacada, quizás, la preferencia de Merkel por desayunar en el comedor del hotel en vez de hacerlo en su habitación porque, según señala el político francés, "hay mucho menos para comer, mientras que en el comedor hay buffet".

De dominio público es su gusto por los guisos, las albóndigas, la pulpeta, la verdura y la sopa de patata. Según uno de sus biógrafos, Gerd Langguth, a Merkel, como hija de un pastor protestante le gustan los platos alemanes sencillos y tradicionales. De postre, toma con agrado queso o uvas pero no le gustan las tartas. El secreto mejor guardado es su plato favorito, un misterio que el chef de la Cancillería, Ulrich Kerz, se resiste a desvelar porque, de hacerlo, asegura, "le servirían ese plato en cada rincón del mundo". Sí ha trascendido, sin embargo, que uno de sus restaurantes de cabecera en Berlín es el francés Chez Maurice, donde según informa la prensa capitalina suele decantarse por la morcilla.

En ocasiones, como reconoce el cocinero de Cancillería, Merkel supervisa personalmente el menú que se ofrece en las cenas oficiales. Así ocurrió en el invierno de 2008 cuando, en pleno apogeo de la crisis europea, la mandataria citó a un grupo de 30 hombres integrados por empresarios, sindicalistas y representantes de diversas asociaciones. Se servirían costillas con chucrut, un plato que contaría con el beneplácito de la canciller ya que "no se trataba de una cena de gala, sino de una comida de trabajo".

También se ocupó personalmente de elegir el menú que se serviría en su primera reunión con el presidente francés François Hollande, el 15 de mayo de 2012. Angela Merkel escogió para la cita una chuleta de ternera empanada acompañada de espárragos, según reveló la revista francesa Le Point.

Su control de la carta se extiende más allá de los límites de la sede del Gobierno alemán, cuando los grandes banquetes de Estado requieren de los servicios de diferentes restaurantes de Berlín. En estas ocasiones Merkel tiene que enfrentarse a un inconveniente que no se le presenta cuando guisa el chef de la casa: el tamaño de las raciones. A la canciller le desagradan especialmente las guarniciones pitiminí. "Una patata debe parecer una patata", habría dicho Merkel a los chefs que de forma esporádica cocinan para invitados ilustres que acuden a Cancillería.

Su gusto por la cocina se traslada también al ámbito privado. Se dice que en Navidad tiene la costumbre de cocinar un pavo para la familia y ella misma ha confirmado en una entrevista que cultiva con éxito patatas y fresas en la huerta de la casa que posee en los alrededores de Berlín.

De cuando en cuando, también descubrimos en la prensa que la mandataria germana acude personalmente a hacer la compra a un supermercado de la céntrica calle berlinesa de Friedrichstrasse, cercana a su domicilio. En un intento por reforzar la imagen de una canciller austera y cercana a los mortales, diarios como el sensacionalista Bild publican fotos que a todas luces parecen precocinadas pero que se venden como instantáneas tomadas por un lector que casualmente se encontraba también en el establecimiento.

El texto que acompaña la foto no suele tener desperdicio: se nos indica, por ejemplo, que la canciller en un mismo día ha firmado en Bruselas el pacto fiscal europeo para a continuación llegar a Berlín y comprar en el supermercado pimientos, aceitunas y una botella de vino blanco. La puntualización llega en la última línea de la noticia: Merkel espera su turno en la cola para pagar y guarda los alimentos en una bolsa reutilizable que traía en su bolso.

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