La anómala campaña normal
Arranca en medio de la excepcionalidad la carrera electoral que, la última vez, decidió un cuarto de los votos en Cataluña
Madrid
A veces parece una campaña normal, pero son fogonazos. En una campaña normal sus candidatos aprenden los datos del paro y no pasan las cosas que les pasaron en Salvados a Marta Rovira e Inés Arrimadas, que no sabían la cifra. En las campañas normales se discute de propuestas y promesas y en qué momento se incumplirán, pero eso aquí sólo ha ocurrido un momento, cuando Iceta habló de la quita y la recaudación de impuestos.
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Será una incógnita saber cómo funciona una campaña en medio de tanta excepcionalidad y con la lógica de bloques que algunos pretenden instalar, lo que reduce el debate y lo simplifica. Resulta significativo por esa razón que esta vez no haya candidaturas unitarias, señal de la división partidista que han dejado los últimos dos años. En el último pleno, Puigdemont y Junqueras lograron evitarse a pesar de que se tenían en el escaño de al lado.
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Sí sabemos, de otras campañas, lo que las campañas importan. Por ejemplo: en las últimas catalanas, en 2015, el 19% decidió su voto durante los días de la campaña y el seis por ciento lo hizo el mismo día de las elecciones, según el informe poselectoral que elaboró el Centre d’Estudis d’Opinió. Es decir, si el margen de diferencia es tan estrecho como el que trazan las encuestas, imaginen la importancia de los días que nos quedan, que la última vez movieron el voto de una cuarta parte del electorado.
Está por ver lo que ocurrirá en esta campaña que acabará poco antes de que empiece el sorteo de la lotería y que se presenta extraña hasta por una de las promesas que nunca pareció tener atractivo electoral: la vuelta a la normalidad. Esperemos al 21D pese a que, para saber lo que pasa, tendremos que aguardar ya al año que viene