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Caperucita Feroz

Si alguien había pensado que el lobo no tenía dientes o que eran de broma mientras los enseñaba hoy han podido comprobar que su decisión va en serio y les ha mostrado hasta la campanilla

El exconseller, Jordi Turull (c), candidato a ser investido presidente de la Generalitat, se despide de su mujer a la puerta del Tribunal Supremo / Ballesteros (EFE)

Madrid

A lo largo de varias resoluciones, el magistrado instructor de la causa contra el procés ha ido mostrando sus cartas y argumentos sobre el delito de rebelión, que considera consumado y cuyos artífices ha señalado diferenciando la participación de unos y otros en el intento secesionista.

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Pablo Llarena no está solo porque la Sala de apelaciones del Tribunal Supremo, sus superiores jerárquicos, ha ido refrendando cada una de sus decisiones sobre la instrucción y sobre las órdenes de prisión dictadas por el magistrado.

La firmeza con la que aborda este caso judicial el Tribunal Supremo está más que demostrada y aunque el gruñido del lobo ha advertido que estaba cerca, los caminantes del procés no han sabido o no han querido oírlo.

En una de estas señales, el juez mostró el camino para evitar el encuentro con el lobo pero ninguno hizo caso y, en lugar de retroceder en silencio, volviendo al camino, prefirieron seguir por el atajo unilateral hasta encontrárselo.

El choque era inevitable y el final del cuento puede estar preparado para antes de que termine el año, según razona el magistrado Pablo Llarena, que ya ha encauzado la mayor parte de su investigación y ha enseñado a los actores por dónde van a ir los derroteros de este caso.

El riesgo de fuga y la reiteración delictiva les va a acompañar como una carga de piedras en un cesto de mimbre que deberán ir soltando por el camino si quieren salir de la cárcel.

¿Se acuerdan de lo que le paso al exconsejero de presidencia catalán Francesc Homs condenado a 13 meses de inhabilitación por un delito de desobediencia al Tribunal Constitucional? Pues algo similar puede ocurrir en este caso, aunque el delito de rebelión está castigado con un cuarto de siglo de cárcel. Los procesados no terminarán devorados por las fauces del lobo porque el lobo no tiene hambre pero les espera un larguísimo camino por el bosque enrejado de la cárcel.

Javier Álvarez

Javier Álvarez

Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en La Cadena SER donde esta vinculado a la sección de Justicia...

 
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