“La barbarie y la tortura también pueden venir de la dictadura de traje y corbata”
Leila Nachawati y Susana Hijazi, dos activistas hispano-sirias que llevan 5 años sin poder pisar su país, analizan la dramática situación del conflicto
Madrid
¿Cómo reaccionaría la población si en Madrid la gente sale a la calle y recibe bombardeos, torturas y niños mutilados o degollados? Es lo que se pregunta Leila Nachawati, de 37 años, especialista en Comunicación y Derechos Humanos y profesora en la Universidad Carlos lll de Madrid. A su lado está Susana Hijazi, de 23, jurista y miembro de la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio (AAPS). Aunque una se ha criado en Santiago de Compostela y la otra en Barcelona, ambas son de padre sirio. Pero llevan cinco años sin pisar su país, los mismos cinco años que dura el conflicto en Siria, desde que comenzó en 2011, y por el que han muerto ya medio millón de personas. “Al final todo se reduce a una serie de estadísticas y números y a esa dicotomía de elegir entre una dictadura de traje y corbata o la dictadura de rostro bárbaro, pero la barbarie y la tortura también puede venir en forma de traje y corbata”, asegura Leila en Hoy por Hoy con Gemma Nierga, cansada de que Europa mire para otro lado y “niegue a las víctimas su propia historia”.
¿Cómo reaccionaría la población si en Madrid la gente sale a la calle y recibe bombardeos, torturas y niños mutilados o degollados?
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Susana recalca que todo comenzó como algo tan simple como que un pueblo se levantó contra un régimen dictatorial, pero de esto, de los inicios, nos hemos olvidado todos, especialmente Europa. “Desde la Segunda Guerra Mundial la huida de los sirios de su país se trata del mayor éxodo de personas”, comenta. “Cuando llegan a Europa se encuentran con que les tratan como mercancías; que les meten en la cárcel –o como ellos llaman Centro de Internamiento–; o les dan seis meses de ayudas pero luego les lanzan a la calle sin ni siquiera un apoyo psicológico para sobrellevar todo lo que han vivido”, protesta la activista.
Las dos saben bien de lo que hablan. Leila pasó parte de su infancia en Damasco y su recuerdo es el de un agujero negro. “Las dictaduras más efectivas son las que no te enteras de lo que ocurren. En 2011 tuvimos un momento de esperanza, pero el sueño se ha convertido en una pesadilla”, comenta. “Siria se ha convertido en el reino de la impunidad. Y la impunidad cuando crece no crece para los sirios, crece para todos”, añade.
Susana se crio en la ciudad de Homs, donde pasó todos los veranos hasta que cumplió los 18, y asegura que esta revolución le ha hecho madurar de forma repentina y aprender a valorar cosas que antes no valoraba. “Para mí Siria solo es buena gente y buenos momentos, con una cultura muy parecida a la española”, dice.
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Allí aún residen algunos de sus familiares como su abuela que, aunque las bombas le han dejado sorda, asegura que no abandonará su país a sus más de 80 años. “Mi abuela está dando más guerra que nadie, es una mujer de armas tomar. Ella siempre dice que nadie la echará de allí”, explica Susana con ese matiz de preocupación por no comprender cómo se las arreglan en una situación de guerra. “Cuando empezó todo mi miedo era que les podía caer una bomba o cómo podían comer…pero al final son ellos los que me animan a mí”, dice.
“Desde el gobierno sirio han sido muy inteligentes y astutos dándole la vuelta a lo que fue un levantamiento pacífico y posicionándose como la solución o la alternativa al extremismo que no existía pero que el propio régimen ha propiciado para que el mundo se divida entre Asad o ISIS”, explica Leila, pero incide que en que hay que eliminar esa capa de mentiras existente entre la situación siria. “La gran mayoría de las personas no huyen del ISIS sino de los barriles dinamita. Por una parte es el Gobierno sirio, pero por otra es Rusia quien se está cargando lo que queda en pie en el pueblo sirio”, acusa.
Leila ha querido plasmar todos estos sentimientos en su novela Cuando la revolución termine, con la que viaja hasta el año 2011, cuando se produjo el despertar ciudadano de Oriente Medio y el Norte de África. Con la novela se descubre la Siria de antes de la catástrofe y se espera que el país vuelva a su origen cuando todo termine, algo que no parece estar tan claro en la vida real. “Toda una generación de sirios y sirias puso su vida en pause y se dedicó a hacer la revolución –algo muy naíf y adorablemente ingenuo– para luego continuar con su vida, pero nos hemos quedado atrapados”, comenta la autora.