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TINTA DE CALAMAR

Nací en el año 20 a. H.

Una ilustración 'gluten free'. / Enrique Muñoz Coruña

Al nacer vieron que no llevaba el pan bajo el brazo y, claro, empezaron a sospechar. Los años 90 arrancaban con la Expo de Sevilla y la resaca de las hombreras. Triunfábamos con los Juegos Olímpicos (qué cosas) y ni en Módena le echaban a las ensaladas ‘vinagre de Módena’.

Un hijo siempre es una alegría, aunque lo tenga complicado con los almidones, así que, tras ser diagnosticado como celíaco, fuimos en familia al súper a comprar productos sin gluten. Lo malo es que estábamos en 1993 y aún no había en (casi) ningún lado.

Años después de esta fábula lógica, este intolerante (que no alérgico) suele tener charlas sobre su dieta con gente que ha conocido hace poco. La mayoría de ellas tienen tres elementos que se repiten:

  1. Son conversaciones que no ayudan a ligar. Es cierto que ser celíaco no resta puntos pero tampoco suma. ¡Una pena!
  2. Siempre aparece una pregunta del tipo: ¿Pero puedes tomar ..., entonces? Los puntos suspensivos pueden sustituirse por un alimento que suele ser la antítesis del gluten. No nos molesta aclarar que podemos beber leche o comer pescado a la plancha, de verdad. Cuanto antes conozcáis nuestra dieta, ¡antes nos podéis invitar a cenar por sorpresa!
  3. Como si de la leyenda de ‘la chica de la curva’ se tratase, todo el mundo saca a relucir el mito de las hijas del dueño de Mercadona. España entera cree que son celíacas y que la apuesta de estos supermercados por la dieta sin gluten se debe exclusivamente a que Juan Roig tenía que alimentarlas. El final de estos diálogos, por tanto, suele terminan con un: “Hombre, pero desde que llegó Hacendado, no tenéis problema”... Pisa el freno amigo, puntualicemos esto último.

Es cierto, muchos centros comerciales y empresas de alimentación han apostado ahora por el mercado de la dieta sin gluten. Los etiquetados van cambiando, los productos empiezan a ser bastante accesibles y rara es la ciudad de España en la que no puedas encontrar alguna tienda de comida rápida para nosotros. ¡Incluso hay restaurantes con cartas enteras!

Sí, estamos mejorando, pero los más viejos del lugar, los que me han acompañado en estos 24 años, me han visto crecer con pan y bollos sacados del único lugar dónde los podía encontrar: mi propio horno.

Si mido 1,83 es por todas esas personas que han dedicado su tiempo (familia, cocina del colegio, amigos) a preparar alimentos caseros, no a todas las empresas que ahora han visto que somos rentables, simplemente porque somos muchos. Así que digo que nací en el año 20 antes de Hacendado pero este post, en realidad, va para ellos.

¿Llaman a la policía local si llevas tu propio pan a un restaurante? ¿Qué recomendaciones me darías si viajo con un celíaco a otro país? ¿Por qué tomáis Nesquik y no ColaCao? ¿Es cierto lo que dicen de los celíacos en la cama? ¿Por qué nunca decís que no al embutido ibérico? Si después de esta rumiación reivindicativa me dejan seguir escribiendo aquí, trataré de responder estas y otras preguntas (sin gluten) con mucho sentido del humor.

 
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