El Barrio de la Estación de Haro reivindica su papel en la historia del vino
Roda, Cvne, Bodegas Bilbaínas, Gómez Cruzado, La Rioja Alta, Muga y R. López de Heredia se unen para mostrar sus vinos y pasillos subterráneos durante la Cata del Barrio de la Estación
Haro
“Sus padres eran vascos, pero mi bisabuelo Rafael nació en Santiago de Chile. Vino a España en 1870 para estudiar en un colegio jesuita y dos años después se escapó para abrazar la causa carlista”, explica María José López de Heredia, cuarta generación de la bodega más antigua de Haro, la llamada Capital del Vino de Rioja.
“Luchó, perdió y se fue exiliado a Francia, donde estudió Comercio Internacional. Y él quería volver a Chile o irse a Inglaterra a aprender inglés, pero tuvo que ponerse a trabajar en una empresa que se dedicaba a la compraventa de vino y cereales. Quebraron, liquidó la empresa y los acreedores tenían almacenes de vino en Haro… ¡Jamás volvió a Chile! Se casó con una jarrera y aquí estoy yo”.
Guerras, viajes, empresas arruinadas… Los orígenes de la bodega R. López de Heredia, donde se elabora el vino Viña Tondonia, son bastante peliculeros. Pero Mará José López de Heredia, bisnieta del fundador, asegura que la historia del resto de bodegas centenarias del Barrio de la Estación es “igual de bella”.
El romanticismo, de todas formas, comparte protagonismo con la supervivencia porque el origen de las bodegas de Haro, según el antropólogo del vino Luis Vicente Elías, está relacionado con el oídium que arrasó los viñedos franceses en la segunda mitad del siglo XIX. Muchos decidieron trasladar su producción a La Rioja –otros optaron por Somontano o Priorat– para luego llevarse el vino en tren hasta Pasajes y, de ahí, en barco hasta Burdeos.
La necesidad de una buena conexión ferroviaria hizo que muchas bodegas se instalaran alrededor de la estación de Haro, conformando un barrio en el que aún hay siete empresas: Roda, Cvne, Bodegas Bilbaínas, Gómez Cruzado, La Rioja Alta, Muga y R. López de Heredia.
La ausencia de apellidos franceses se debe a que, antes de alcanzar el cambio de siglo, la mayoría de las bodegas pasaron a manos vascas o catalanas, sobre todo. “Todo esto podría haber desaparecido. Si hemos durado es porque hemos trabajado mucho y porque nos llevamos bien”, asegura María José López de Heredia.
Pero el Barrio de Estación no solo es historia del vino. También es presente y futuro. “Para mí es el alma de La Rioja. Un sitio maravilloso que aún no goza del reconocimiento mundial que se merece”, asegura el periodista británico Tim Atkin. "Por eso estoy contento de que las bodegas se hayan unido”.
La Cata del Barrio de la Estación fue idea de Atkin, de hecho. Este Master of Wine lo sugirió hace algo más de un año, compartiendo sobremesa con bodegueros de Haro, y la propuesta triunfó de inmediato.
Las siete bodegas se han asociado para crear el Premio al Maquinista de la Estación, que este año ha recaído en el propio Atkin, y para organizar una serie de catas y actividades relacionadas con la gastronomía y el enoturismo a las que la Cadena SER ha acudido invitada por la organización. “No se puede querer lo que no se conoce”, señala María José López de Heredia.
Además de una charla sobre la historia del barrio y una cata colectiva de 14 vinos (1981-2013) dirigida por el experto en taninos y añadas Tim Atkin, las bodegas han decidido abrir sus puertas. El viernes a profesionales del sector y prensa, y este sábado, con más de 4.000 entradas vendidas, al público general.
Un ticket de 20 euros, por ejemplo, da derecho a tres tapas, siete vinos y la visita de todas las bodegas, incluyendo la nave de Cvne diseñada por Eiffel o los pasadizos subterráneos llenos de moho y telas de araña –dignos de aparecer en una película de Indiana Jones– que se ocultan bajo la pintoresca torre de R. López de Heredia.
A pocos días de entrar de lleno en la vendimia, David González debería estar analizando partes meteorológicos y preparando maquinaria, pero el enólogo de la Bodega Gómez Cruzado no deja de atender visitas.
“El Barrio de la Estación es, junto a Jerez, el centro neurálgico del mundo del vino en España. Aquí nació lo que hoy conocemos como Rioja y hay que aprovechar que aún hay siete bodegas en esta especie de polígono industrial del siglo XIX”, comenta.
González está orgulloso de Pancrudo, un vino elaborado, en el reino de la tempranillo, con un 100 % de uva garnacha. La bodega para la que trabaja es la más pequeña del barrio y, quizás por ello, también una de las que más se desmarca. “Todos tenemos en común la frescura y el carácter Rioja –vinos de trago largo, fáciles de beber– pero luego cada una tiene su propio estilo”, asegura.
Pedro Ballesteros, el único español que, como Tim Atkin, cuenta con el prestigioso título de Master of Wine, entiende la Cata del Barrio de la Estación como una señal de que “por fin estamos entrando en la modernidad, ofreciendo una imagen de unión en vez de que cada uno vaya por su cuenta”.
Las catas históricas han demostrado que los vinos elaborados alrededor de la vía férrea que atraviesa Haro envejecen muy bien. En la cena inaugural, por ejemplo, se sirvió un Viña Tondonia Tinto Gran Reserva 1964. Y al día siguiente, Bodegas Bilbaínas y Cvne aportaron un Gran Reserva Viña Pomal 1987 y un Imperial Gran Reserva 1988, respectivamente. Pero, ¿cómo serán los Rioja del futuro?
Ballesteros defiende que los “vinos finos”, los de más precio, deben apostar por el terruño y la singularidad. “España es el segundo país más montañoso de Europa y tiene una extraordinaria variedad de climas y suelos, pero aún no hemos sido capaces de vender esa originalidad y esa diferencia”, lamenta.
El Master of Wine español critica además a los políticos que se vanaglorian de que España sea, en volumen, el primer productor mundial de vino: “¡Es una vergüenza! Es como si los chinos hubiesen estado orgullosos de vender toneladas de juguetes de baja calidad. Se debe ocupar el territorio con cosas productivas, que protejan el medio ambiente y que, con tanto paro como tenemos, creen esperanza entre los jóvenes”.
“Vender basura a precios baratísimos es tremendamente humillante y genera frustración”, añade. “Yo quiero vino de calidad y si se produce la mitad, que se produzca la mitad. El buen vino es cultura, es compartir, es amor. Uno necesita llegar a eso en libertad”.
María José López de Heredia también apuesta por el valor añadido. “Aquí todos estamos condicionados por la historia del barrio, pero eso no quiere decir que todos hagamos el mismo vino. Lo importante es que todos luchemos por intentar hacer las cosas bien, por la calidad. Eso es algo por lo que hay que luchar”.
Carlos G. Cano
Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...