¿Un callejón sin salida? Los cálculos para hacer president a Turull

Madrid

El camino de Jordi Turull hacia la presidencia de la Generlitat pasa por varios escenarios que implican renuncias importantes para los soberanistas y están supeditados a las decisiones que el juez Llarena tome este viernes. Tras el acuerdo de la CUP para que sus cuatro diputados se abstuvieran en la primera votación, el exconseller no cuenta con los apoyos suficientes para ser investido.

JxCat y ERC sumaron en las pasadas elecciones del 21 de diciembre 66 escaños. A los parlamentarios encarcelados se les permitió delegar el voto pero a los cuatro fugados, no. Lluís Puig y Clara Ponsatí renunciaron a su acta a finales de enero y han sido sustituidos por los siguientes en las listas electorales, pero Toni Comín y Carles Puigdemont conservan su condición de diputados. Dos votos menos que rebajan a 64 el número de apoyos.

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El bloque de la oposición –Ciudadanos, PSC, En Comú Podem y PP- suma 65 diputados. Para la primera votación, necesita mayoría absoluta y, sin el apoyo de al menos dos representantes de la CUP, es imposible.

Tras esta primera votación, Roger Torrent ha convocado la segunda votación en un pleno el sábado a las 10:00 horas. Antes de esa cita, el candidato a president de la Generalitat tiene que pasar por el Supremo. El juez Llarena anunciará este viernes qué miembros de la cúpula del procés van a juicio. El magistrado ha citado a las partes para comunicarles el auto de procesamiento en la causa y tendrá que decidir si impone algún tipo de medida cautelar a cinco imputados, entre ellos Jordi Turull.

En el caso de que el juez no actuara contra él, también irá el sábado al Parlament sin los apoyos necesarios. Su candidatura prosperaría en esta segunda votación si obtiene una mayoría simple, pero tampoco la tiene (64 frente a 65 diputados de la oposición). Para ese supuesto, necesitaría o bien un cambio de postura radical de la CUP -ha dado por acabado el procés- con el apoyo de al menos dos parlamentarios o la renuncia de Comín y Puigdemont a su acta. Un callejón sin salida que aboca la investidura al fracaso, salvo cambios de postura de última hora, pero que pone en marcha el reloj para la convocatoria de unas nuevas elecciones.