"¿A esto se le puede llamar vivir?"
Cinco de cada seis refugiados sirios en Jordania viven fuera de los campos, la mayoría en la capital, Amman, donde no pueden trabajar y donde encuentran muchas dificultades para sacar adelante a sus familias
Ammán
En enero de 2012, en todo el reino jordano, se habían contabilizado solo 3.000 refugiados sirios. Hoy, la última cifra que tiene el ACNUR de los que se registran en al llegar a Jordania se acerca ya a los 640.000, de ellos sólo 119.000 viven en campos de refugiados, 79.000 en el más famoso y grande, el de Zaatari, y en los otros cuatro campos habilitados los otros 40.000. Es decir sólo 1 de cada 6 refugiados sirios en suelo jordano viven en campos habilitados por la agencia de la ONU para los refugiados o distintas organizaciones humanitarias, el resto, la gran mayoría están dispersos por el país pero sobre todo en Amman.
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Aquí, entramos a la casa de la familia de Abdel, que procede de uno de los escenarios más cruentos de la guerra siria, Homs. Ahora viven en el barrio de Jabel Hussein, lo que fue un antiguo campo de refugiados palestinos, "¿A esto se le puede llamar vivir?", nos pregunta señalando las modestas condiciones de su piso, donde cuando llegamos aún duerme la pequeña Aya. Abdel insiste en que sus condiciones de vida han empeorado mucho con respecto a la que tenían en Homs donde regentaba una agencia inmobiliaria y donde asegura que vivía muy bien. Lleva en Jordania relativamente poco tiempo, un año y 9 meses, pero su huida suma ya 4 años,"hemos sufrido mucho, muchísimo, intentamos quedarnos en Siria pero no pudo ser. A mi primo, a su mujer y a sus cuatro hijos los degollaron en Homs, fue el régimen" señala.
Con sus 4 hijos y su mujer primero huyeron de Homs a Damasco donde la situación era más estable, allí acabaron pasando un tiempo en el conocido como ‘el campo del hambre’, el de Yarmouk, donde vivían sobre todo palestinos, después por otro barrio de clase media de Damasco y finalmente salieron a Jordania donde ha nacido Aya, "La niña nació en Jordania hace dos años, se llama Aya, el resto son Alaá, Fatme y Ammar, estudian en la escuela Hussein. No tenemos pasaportes, solo estamos registrados en ACNUR. Que nos emitan el DNI nos cuesta 30 dinares por persona. De la niña pequeña solo tenemos el acta de nacimiento. Está prohibido trabajar sin permiso y si te lo dan te quitan los cupones de ayuda " advierte.
Ni tiene trabajo, ni muchos días puede enviar al colegio a sus hijos porque no tiene dinero para pagarles el autobús, lo poco que gana lo hace fregando escaleras, eso sí sin contrato .Pegado a Abdel está en todo momento el pillo de su hijo Ammar, con 8 años recuerda perfectamente cómo sus hermanas el sonido de los aviones y de los bombardeos y sobre todo como era su casa en Homs.
La familia de Abdel vive ahora en una muy modesta pero perfectamente ordenada vivienda de Amman, donde nos reciben con toda la hospitalidad imaginable y donde se despide diciéndonos que quiere mandar un mensaje a toda Europa. “Que nos dejen entrar, que abran las fronteras, Europa o América solo queremos un sitio para vivir tranquilos " señala con una sonrisa.
Sin permiso de trabajo y el reto de sacar adelante la familia
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A 50 kilómetros al norte de Amman, en la localidad de Dleil, encontramos a Nabil Kataf con su uniforme de cocinero. Pasó por Zaatari con su mujer y sus cuatro hijos, más la suegra y dos hermanas pero a los dos meses decidió salir del campo de refugiados y buscarse la vida para alquilar una casa. El problema, el que se encuentran todos los refugiados, las dificultades para hacerse con un permiso de trabajo lo que les obliga a hacerlo sin contratos.
"Sinceramente, no existe ningún tipo de trato discriminatorio por parte de nuestros hermanos jordanos hacia los sirios" señala para contextualizar la queja que hace a continuación "cuando uno tiene permiso de trabajo, las oportunidades son mejores. Pero cuando uno no cuenta con permiso de trabajo, el salario es inferior, ¿no es así?" lamenta Nabil.
Su caso es el perfil mayoritario de los que necesitan dinero para pagar la manutención y los gastos escolares de la familia pero que se ven obligados a trabajar "en negro" para conseguir un mínimo de dinero para costeárselo, "en cuanto al permiso de trabajo, cuando uno tiene pasaporte y ha entrado en el país de forma legal por vía aérea o terrestre, a esa persona se le puede expedir un permiso de trabajo. El Gobierno jordano no pone ningún impedimento en estos casos. Pero todos los que entraron de forma irregular por Zaatari o Azraq tienen prohibido trabajar. Sin embargo, en el Gobierno no son tontos y hacen la vista gorda. Saben que si una persona sale de Zaatari y no trabaja, ¿quién le va a proporcionar entonces comida y agua?", se pregunta Nabil mientras se despide y vuelve a la cocina del restaurante sirio en el que trabaja, sin contrato, pero donde consigue lo mínimo para que la familia pueda seguir subsistiendo mientras alimentan la idea de volver algún día a su tierra.