El epitafio de los héroes de la música

Madrid

Apenas había empezado el año cuando tras editar ‘Blackstar’ David Bowie nos dejó por sorpresa. Nadie sabía que estaba enfermo. Aquel álbum fue su testamento, su despedida final, como ‘You want it darker’ ha sido el de Leonard Cohen. Unos últimos álbumes para poner banda sonora a sus funerales. Con Bowie comenzó un año que nos ha quitado también a Prince, a Guy Clark, a Merle Haggard, a Maurice White (Earth, Wind and Fire), a Paul Kantner (Jefferson Airplane), a Glenn Frey (Eagles), a Juan Gabriel o a Leon Russell.

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La mayoría de ellos habían pasado los setenta años y habían vivido una vida no siempre larga pero sí intensa, exprimida con fuerza desde la década de los años sesenta. La muerte de todos estos grandes de la música sigue la estela de un 2015 trágico en el que nos despedimos de Lemmy (Motörhead), Ornette Coleman, BB King, Percy Sledge o Allen Toussaint. Lo mismo sucedió en 2014 y en 2013, unos años que se han llevado a Lou Reed, a Pete Seeger o a Ray Manzarek (The Doors).

La gran mayoría de los músicos que popularizaron el rock and roll en las décadas de los años sesenta y setenta pasaron ya hace años la edad de la jubilación y en el próximo lustro seguirán las despedidas, las de los Chuck Berry, quizá McCartney, un día le tocará a Bob Dylan, a Neil Young. Puede que un día se vaya Keith Richards. El tiempo pasa y cada año nos obliga a decir adiós a muchas de las voces que dieron forma a la música, a tipos que han puesto banda sonora a los sueños, viajes y angustias de distintas generaciones.

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Estamos viviendo el ocaso y epitafio de una generación única e irrepetible, una generación que rompió las reglas y los moldes para dibujar un mundo a su medida, para hacernos soñar con ese mundo. Será difícil volver a tener una generación con tanto talento y con tanto impacto en las vidas de la gente. Cada uno de esos artistas llenaron de música el mundo, pero hicieron algo más, algo más importante: por cada uno de ellos nacieron diez bandas que expandieron su legado.

Quizá dentro de treinta o cincuenta años tengamos artistas con tanto peso en la sociedad como el que han tenido estos músicos, pero no parece sencillo. Hablamos de unos compositores mayúsculos que han trabajado en distintas décadas dejando su huella y sonido en el imaginario colectivo de distintas generaciones. Estos músicos, los que nacieron entre los años 30 y 50 del siglo pasado, enfilan el final de sus vidas, pero no de sus carreras. Para gran alegría, la mayoría de ellos sigue grabando discos y saliendo a la carretera a los setenta, ochenta e incluso a los noventa años a pesar de que de jóvenes nunca pensaran que seguirían en activo a estas alturas, pero la música puede más, tiene más fuerza. Quizá por ello sigan al pie del cañón esperando la muerte subidos a un escenario, abrazados a una guitarra o a un micrófono. Y esperamos que esa muerte no les encuentre y nos los dejen más tiempo, o al menos que no se vayan todos de golpe.

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