Mónica Escudero: "Mientras cocino, escucho música, canto y hasta bailo"

Madrid

Érase una vez uno de Bilbao, periodista musical, que decidió hacer de la necesidad virtud e invertir su finiquito en un curso de cocina bien. Poco después abrió un blog en el que mezclaba lo aprendido entre fogones con una peculiar visión del mundo y tuvo tanto éxito que El País pujó por hacerse con sus servicios. Así nació El Comidista, una bola que ha seguido creciendo y creciendo hasta convertirse en un sitio con dominio propio y que, por si no os habíais enterado, acaba de renovarse.

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Como Mikel Iturriaga colabora en Hoy por hoy y además ya solemos entrevistarle cada vez que saca libro (2011, 2012 y 2014), esta vez hemos optado por mandarle un cuestionario a Mónica Escudero, quien se define como "periodista en El País y +, coordinadora en El Comidista, DJ, madre, y no siempre en este orden".

¿Cómo surgió lo tuyo con El Comidista?

Mikel y yo nos conocimos en 2009, y muy pronto le di a probar mis boquerones, que le pirraron. Se llevó un táper y se los acabó comiendo para desayunar (rompiendo una de sus dos reglas alimentarias principales, la otra tiene algo que ver con no mezclar legumbres y dulces). A pesar de que llevaban ajo, que le sienta regular, nos hicimos amigos. Empezamos a cocinar juntos, a escribir juntos y a comer –y beber un poco también– juntos. Y un día me dijo que si quería trabajar con él y le dije: “¡Sí, quiero!” (creo que se asustó un poco). De eso hace dos años y medio, y –si la lotería o un jeque no deciden lo contrario–, parece que va para largo.

¿Es el vermut el nuevo gin-tonic?

No, por suerte. Ni se parecen: el gin-tonic lleva ginebra y tónica. El vermut lleva vermut, básicamente (aunque puedes ponerle también ginebra o sifón). En lo que se diferencian radicalmente es que a cualquier bebedor de vermut al que le pongas en su ídem 5 pétalos de rosa, medio pepino, una vaina de vainilla y agua de azahar se reirá en tu cara y buscará la cámara oculta. Y también en que ningún bodeguero haría eso.

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Acabas de publicar 'Rincones secretos de Barcelona'. ¿Nos recomiendas tres o cuatro para comprar comida, comer o beber?

La Bodega Carol (que no sale el en libro porque aún no existía como tal), La Pubilla -el mejor menú de mediodía de la ciudad, cualquier cosa que te ponga Alexis en el plato es un locurón– y el Bar 68. Del primero, el chicharrón de Cádiz, la tortilla, las croquetas y la ensaladilla rusa. Del último, michelada, ostras y tartar. De La Pubilla, lo que ofrezca el mercado si es mediodía, y cualquier mar y montaña si se cena de carta.

¿Dónde pinchas? ¿Piensas en música cuando cocinas?

Pienso en música todo el rato, hasta escogiendo los nombres de mis hijos (se llaman Elvis y Jarvis). Soy canturreadora compulsiva, y mientras cocino, escucho música, canto y hasta bailo. Calculo que el año que viene mi hijo mayor empezará a sentir profunda vergüenza cuando me vea hacer eso, lo que significará que lo estoy haciendo muy bien como madre. Normalmente pincho en Razzmatazz, donde soy DJ residente, pero es fácil que nos –pincho con mi pareja– líen para eventos, presentaciones o cumpleaños.

¿Qué es lo último que has aprendido sobre cocina? ¿Cómo ha sido?

Me he convertido en una experta en melted cheese a base de dejarme liar por Javier Marca de Panic y hacer juntos más de 800 bocatas en dos días en All Those Market. Cuando puedo, voy unas horas a Cloudstreet Bakery a trastear kilos de pan y viennoiserie. Me tira aprender por inmersión, así a lo bruto, a culo vivo.

¿Qué destino recomiendas para el foodie sin plan para el verano?

No sé si es muy foodie, pero yo comí de muerte en China. Todo el rato xiao long bao, cangrejos peludos y de río, huevos de mil años, estrellas de mar, las mejores berenjenas del mundo mundial, algas, pimienta de Sichuan a cholón y melón amargo, que es como un pepino da sabor muy loco.

¿Cuál sería tu Top 3 de recetas tarteriles?

La calabaza asada con lentejas y vinagreta dulce, la quiche de brócoli y gorgonzola y el curry de Xisca.

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¿Qué le darías de comer a Ada Colau?

De primero una sopa de melón, pepino y chía, de segundo las albóndigas con sepia de mi abuela y de postre las trufas de aceite de oliva cuya receta le mangué vilmente a Rasoterra. Y apunto que tiene pinta de comer y cocinar bien.

¿Qué puedes contarnos de los Comidistitas?

Sus reacciones frente a los platos de alta cocina son frescas, espontáneas y desternillantes. Nos pareció una buena manera de acercarnos a la alta cocina sin tener que utilizar expresiones como “redondo en boca” o “retrogusto”, que no sabemos decirlas sin que se nos escape la risa. Así que decidimos que nuestros hijos –todos menos Lúa, que es una amiga de Elvis, son hijos de miembros del equipo– lo hicieran por nosotros. Quiero que me fichen para esa sección, pero dicen nosequé de que no entro en el rango de edad (por cuestión de meses, no creas, estoy ahí-ahí).

¿Qué opinas tú del Disfrutar?

¡Aún no lo he probado! Pero he estado en Compartir, el restaurante que tienen los mismos socios en Cadaqués. Me pareció muy divertido y todo estaba buenísimo. El día del rodaje conseguí comerme un trozo del bocata aireado que no gustó mucho a los Comidistitas, y me hubiera comido tranquilamente media docena. Y ahora, otra media.

¿Cuál es el último restaurante del que te has enamorado?

En Barcelona Rasoterra, un bistrot vegetariano que trata las verduras, el queso, los huevos y las legumbres con todo el mimo y el cuidado que merecen. En Madrid, Nakeima: un festival de lo asiático que te pasea desde Japón hasta Tailandia sin moverte de sus taburetes. Sus callos thai y su bun de sepia todavía me provocan microinfartos el ojo de vez en cuando.

¿Qué se siente al dejar de ser la única musa de Mikel Iturriaga?

No soy celosa, y estoy encantada de compartir el muserío con mis compañeras (tu pregunta me ha hecho pensar por qué no me habrá llegado ya el pedido de muñecasdevudú.com, a pesar de que les mandé hace más de un mes el dinero y el mechón de cabello de Biscayenne , Mar y Marta Miranda).

¿Cuál dirías que es la mejor receta de todas las que has hecho?

La cochinita pibil es muy agradecida, porque puedes hacer comida para chiquicientas personas, siendo un gañanazo y sin apenas esfuerzo.