Lapidación

córdoba

Antes las lapidaban. Las acusaban de adulterio, de blasfemia, de lujuria, qué más da, y las acorralaban en un círculo de muerte. Entonces levantaban sus manos acusadoras y las apedreaban hasta que el cuerpo se vencía derribado por la fatiga, el miedo y la vergüenza. Así aniquilaban a las mujeres que ejercían su libertad y se salían del rebaño.

Hoy van a señalarlas a la puerta de las clínicas donde se practican abortos autorizados por la legislación vigente. Hay que reconocer que, desde el Antiguo Testamento, algo hemos avanzado. Pero no demasiado. Ya no las entierran a pedradas, es verdad, pero las sepultan bajo los escombros del estigma y la humillación. Que no es lo mismo, pero es igual.

El señor alcalde se ha negado a retirar los carteles que celebran esta nueva forma de lapidación del siglo XXI y ustedes me perdonarán la hipérbole. Dice el señor Bellido que la Asociación Católica de Propagandistas hace uso de la libertad de expresión y quizás no le falte razón.

Que pena que no use el mismo criterio cuando hace tres años un integrista atacó con un cuchillo la exposición “Maculadas sin remedio” que se celebraba en la Diputación. ¿Se acuerdan? Entonces el partido del señor alcalde también rezó el rosario en la puerta de la noble institución. Pero no para defender la libertad de expresión y condenar la agresión fundamentalista. Sino justamente todo lo contrario. Que no es lo mismo, pero es igual.