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Imagínense al joven pastor cayendo del cielo a 7 metros por segundo

La Firma de 'El Garrancho'

El Garrancho, 11/02/2022

El Garrancho, 11/02/2022

12:30

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Cartagena

Acaban de escuchar a Antonio Albaladejo Ibáñez conocido como “el trapero”, apodo proveniente de su bisabuelo paterno. Nació hace 85 años en tierras Lorquinas, aunque como dice el refrán: “Uno no es de donde nace, sino de donde pace” y el lleva 64 años comiendo y dando pasto a su ganado en Los Martínez de los Puertos de Santa Barbara, población del oeste cartagenero.

Año 1958. Antonio Albaladejo durante el servicio militar obligatorio en la Primera Bandera de Paracaidistas del Ejército del Aire. / El Garrancho

Su padre Antonio Albaladejo Ortega era natural de Canteras, viudo y con tres hijos. Iba con una cuadrilla a segar a la casa Lastón, entre La Paca y la Zarzilla de Ramos, donde conoció a Dolores Ibáñez Ruiz, que era la encargada de llevarles la comida a los segadores y terminaron contrayendo matrimonio. Cuatro hijos nacieron de ese segundo enlace, siendo Antonio el menor. Su madre falleció joven, cuando él tenía 7 años. Su padre regresó a Cartagena con dos hijas de su primer matrimonio y él se quedó allí junto al resto de hermanos, al cargo de sus abuelos maternos, que eran los encargados de la finca.

Año 1967. Antonio "El Trapero" con su su suegra Florentina y su esposa Paquita “La Joselona”, junto a sus primeros hijos. Los Gemelos Antonio y Pepe. Luego llegarían cuatro hijos más Paco, Asensio, Miguel Ángel y la deseada Mari LoLi / El Garrancho

A los 8 años lo levantaban a las seis de la mañana, “unas veces a sacar cuadras, otras a picar esparto”. No había posibles para ir a la escuela porque estaba muy lejos, aunque un maestro iba dos veces por semana a darles lecciones. Como era el más pequeño, su abuela le hacía leer los libros y repasar las cuentas todas las mañanas antes de echar el “ganao”.

Ya empezó con esa edad a pastorear con cabras y ovejas, él solo. Por entonces no había perros pastores. Los veranos para no quitar a un hombre de las eras, donde estaban todo el día trillando, estaba al cargo del riego en unas huertas y se daba unas “pasás a llorar” porque no podía cortar las boqueras y se vaciaban de agua.

Año 1970. Antonio trabajando en el campo con una de las primeras "mulas mecánicas" que sustituyeron a las bestias. / el Garrancho

El que no tenía tierras pasaba mucha hambre. No fue su caso, pero sí pasaron mucha fatiga. Cuando tenía doce años ya estaba labrando con las bestias. Los días festivos había que trabajar, siempre había un par de mulas en la labor. Se sembraba media finca al año y la otra se rompía con las vertederas para prepararla para el año siguiente. Luego mantornar, darle la segunda reja y si se podía, se daba la tercera. Siempre había faena. “Esa era la vida que había”.

Año 2000. Antonio y su primera nieta Maria José, junto a su rebaño. / El Garrancho

En 1958 se tuvo que ir al servicio militar obligatorio, le tocó aviación. Era la primera vez que salía fuera, al acuartelamiento aéreo de Puntiró en Palma de Mallorca. Allí pudo hacer una mili muy cómoda rebajado de servicios como asistente del teniente, pero tuvo la oportunidad de apuntarse al escuadrón de paracaidistas, con el deseo de estar más cerca de su tierra y de su familia. Así que, sin ser muy consciente de lo que esto implicaba, se vino a la base de Alcantarilla. Imagínense al joven pastor cayendo del cielo a 7 metros por segundo en su primer salto desde un trimotor CASA-352 (versión española del mítico Junkers JU-52/3M alemán) a 500 metros de altura, contemplando los campos donde se había criado y de los que nunca se había despegado. Tan embelesado estaba, pensando que no descendía, que se dio un tremendo batacazo al tomar tierra. Del pánico que le cogió al asunto estaba dispuesto a pasar el resto de la mili en el calabozo, porque no quería volver a lanzarse. Pero una vez superado el miedo, completó el curso y quedó primero de su promoción, siendo nombrado soldado de primera y destinado a la plana mayor de la Primera Bandera de Paracaidistas del Ejército del Aire en Alcalá de Henares. Tuvo la oportunidad de reengancharse en el ejército, pero no le gustaba la vida militar, añoraba el trabajo en la tierra, las bestias y sobre todo su ganado. A los dos años de su regreso contrajo matrimonio con Paquita “La Joselona”, (Francisca Cañavate Sánchez), a quien había conocido en los bailes de Cuesta Blanca y se establecieron definitivamente en Los Martínez, donde residían los padres de ella.

Año 2010. Antonio trillando en una era de Perín al modo tradicional. / El Garrancho

En total tuvieron 6 hijos buscando la niña que llegó la última. Estuvo alternando trabajos variados: en el transporte con Ramón “el polvareas”, de albañil en laconstrucción, en la refinería de escombreras y en la española del zinc en Torreciega donde lo hicieron fijo, pero pidió la cuenta porque tragaba muchos gases tóxicos, sin máscaras, ni ninguna medida de prevención. Hasta entonces había combinado sus trabajos, con las tareas agrícolas y ganaderas así que cumplidos los 40 años se dedicó exclusivamente a lo que era lo suyo: el campo. Enviudó en 1997 (Paquita falleció con 52 años, Antonio tenía 60). “Lloró todo lo que pudo y más”. Se quedó al cargo de los hijos y tuvo que aprender a cocinar y a realizar todas las tareas domésticas, que en su época estaban reservadas a las mujeres de la casa. Antonio Albaladejo ha sido agricultor y ganadero, vendedor de frutas y hortalizas, escardador, esquilador y sobre todo un estupendo pastor, cargado de ricos conocimientos heredados de sus antepasados, del trato con los animales y de la observación de la naturaleza. Hoy por hoy mantiene tres cabras por nostalgia, las últimas del gran rebaño que tuvo. De su vida no se arrepiente de nada, ni tan siquiera de aquella decisión de dejar el empleo en una fábrica o de ser paracaidista, para estar más cerca de los suyos.

Año 2022. "El Trapero" con sus últimas cabras. / El Garrancho

Se despide esta firma con dos décimas compuestas por “Fernando José García Buendía” trovero de Cuevas del Reyllo, debutando con un cante por guajiras para esta ocasión especial.

Antonio Albaladejo

ha nacido en la Zarzilla.

Aquí puso su semilla

con idea de hacerse viejo.

Hoy nos sirve de espejo

y le rendimos memoria.

Ganadera trayectoria

que ha ejercido con cariño

y a sus cabras como a un niño

mima y tiene de gloria.

Tiene de apodo “el trapero”

y pasó por la aviación,

pero su vida y pasión

siempre fue ser ganadero.

Ha vivido como obrero

ejerciendo mil labores;

pasó tiempos de rigores

y hoy disfruta la vejez

viviendo en la placidez

de Puertos de sus amores.

Que tengan un buen fin de semana radioescuchas de la SER de Cartagena. El Garrancho

 
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