Lucerita, la vaca política

He tenido un sueño. Mañueco ganaba las elecciones, gobernaba con Vox y, tal como hizo Calígula con su caballo, nombraba consejera a una vaca. Incluso a Vox le pareció un disparate el nombramiento, pero no podían oponerse al ser la vaca de raza autóctona y heterosexual. La izquierda tampoco lo criticó dado que Lucerita procedía de una explotación extensiva y, además, era vegana. Los ganaderos apoyaron entusiasmados la medida.

En la primera rueda de prensa, Lucerita no solo no dijo nada sino que embistió al micrófono derribando el atril. Los españoles de derechas lo interpretaron como un rechazo al sectarismo informativo de los medios de izquierda y los españoles de izquierda como un gesto de desdén al sectarismo informativo de los medios de derecha. Resultado: en media hora Lucerita pasaba de los dos millones de followers en Twitter y en los sondeos posteriores la vaca era la mejor valorada del gobierno.

En la aprobación de los presupuestos, como era de esperar, Lucerita se equivocó votando y politólogos de todo signo coincidieron en que el error demostraba que, pese a ser un animal, estaba tan bien preparada como cualquier otro diputado para cometer un fallo humano.

Como todo político de éxito, Lucerita visitó El Hormiguero, donde se ganó el incondicional apoyo de los numerosos fans de Rigoberta Bandini por aparecer con las tetas al aire. Pero, enternecidos por Lucerita, los españoles estaban dejando de comer carne. Los ganaderos pidieron a Mañueco su destitución. Mañueco no estaba dispuesto a asumir el desgaste de una decisión tan impopular. Hubo quien propuso el vaquicidio. Pero Mañueco, se ofreció él mismo para procurar una solución más civilizada: la puerta giratoria.

Cuando me ha sonado el despertador, Mañueco hablaba por teléfono con Martínez-Echevarría y lo último que le oí decir al dueño del bufete fue: “Hombre, es una vaca, pero peor que Albert no creo que lo haga”.