'Flee', el trauma y la memoria de los refugiados en la película que ha hecho historia en los Oscar
El director danés Jonas Poher Rasmussen narra la historia de su amigo de la infancia, un refugiado afgano, en una cinta híbrida que ha sido nominada a mejor película internacional, de animación y documental en los premios de Hollywood
Madrid
El cine tiene la capacidad de hacer empatizar a los espectadores con realidades completamente diferentes, de romper la barrera de que lo íntimo no es político. Flee, documental danés de animación con tres nominaciones a los Oscar es un ejemplo de ello. Las tres nominaciones a los premios de la Academia, junto con la carta de recomendación que firmó nada menos que Bong Joon-ho, han alzado esta película que ha contado también con la producción de los actores Riz Ahmed y el danés Nikolaj Coster-Waldau, el Jamie Lannister de Juego de Tronos. "Es increíble, he trabajado 17 años en esta película así que significa mucho. Es también una posibilidad de que esta pequeña película tenga más audiencia y que más gente vea esta historia sobre lo que significa ser refugiado", explicaba en la SER el director.
El director Jonas Poher Rasmussen había trabajado fundamentalmente en la radio, en documentales sonoros y así planificó en un primer momento este proyecto, un documental que iba a hablar de su amigo de la infancia, un refugiado afgano lleno de traumas y del que apenas conocía nada de su intimidad y su pasado. "Ha sido muy emotivo, esta historia la tengo pendiente desde hace veinte años y tiene mucho que ver con la amistad que ambos tenemos. Es muy conmovedor haber podido hacerla juntos. Me doy cuenta de lo importante que ha sido y es para él. Así que ha sido como un sueño", explica. Para ambos, este documental les ha hecho todavía más íntimos.
Fue en 2015, con la crisis de refugiados en Europa, cuando el director se planteó crear un relato más grande, que incluyera la imagen. La única condición que puso Amid, cuyo nombre no es el verdadero, era salvaguardar su identidad, así que la película se convirtió en un documental animado que ahonda en la memoria y los traumas a lo largo del testimonio del protagonista. "Una de las razones para pasarnos a la animación era que creíamos que al hablar de memoria y trauma podía resultar más expresivo hacerlo con la animación. Después teníamos su testimonio que a veces, cuando recordaba cosas se quedaba callado o se olvidaba de palabras y a veces hasta parecía un testimonio incoherente. Esto pasaba cuando se ponía triste, se enfadaba al sacar todos esos traumas", recuerda.
Flee es un retrato realista de la vida de un hombre condicionado por su lugar de nacimiento. Un país, Afganistán, que sufre distintas invasiones, la de la URSS, la de EE. UU. junto a los talibanes... Que solo sirven para que sus habitantes sufran más dolor. Su padre desaparece tras una detención. Sus hermanas logran huir a Dinamarca, su madre, su hermano y él acaban en Rusia sin documentos y con miedo al frío y a ser de nuevo deportados. El relato de la animación se ve salpicado por imágenes de archivo, una manera de marcar que estamos ante un caso duro y real. "Una parte del relato ocurre en el pasado y nos replanteamos cómo representar ese pasado, como mostrar el Afganistán del pasado. Así que pensamos que la parte crucial de la historia tenía que ser animada".
Hay una parte fundamental en Flee y es la ruptura de estereotipos en torno a los refugiados y también en torno a Afganistán. Uno de esos estereotipos tiene que ver con la sexualidad. El protagonista descubre de joven que es gay y no sabe cómo gestionarlo. Dos escenas muestran esa manera de enfrentarse a una nueva identidad sexual. Una de ellas es su conexión con una figura tan masculina como Jean-Claude Van Damme. La otra es en una discoteca ya en Europa donde se siente como en casa, una sensación curiosa cuando hablamos de refugiados que han dejado su familia y país.
"Son cosas que surgieron en las conversaciones con él. Cuando te das cuenta de que eres gay y no puedes ni mencionarlo, porque piensas que tus hermanos no te van a aceptar se crean conexiones diferentes con otras cosas y ahí surgió la figura de Jean-Claude Van Damme. Hay una cosa que fue una gran sorpresa para mí y que creo que rompe prejuicios y es que cuando piensas que es gay asimilas que su familia, la familia de un refugiado no lo va a aceptar. Y romper ese prejuicio al final de la película ha sido muy bonito", cuenta.
Flee cuenta momentos duros desde la ligereza, desde el optimismo y desde lo íntimo. Las dudas sobre qué define a las personas, su lugar de nacimiento, su sexualidad, su relación con el trabajo, pero sobre todo es una historia de memoria. Un ejemplo de cómo el cine nos enfrenta con nuestros miedos y prejuicios para que los rompamos ¿Qué diferencia el relato de los medios de comunicación del relato cinematográfico cuando hablamos de refugiados?
"Creo que el problema con las noticias es que solo hablan de una situación específica, es decir, los refugiados quedan definidos por lo que quieren: cruzar la frontera. Ser un refugiado es solo una circunstancia en la vida de alguien. Lo que queríamos es contar una historia de amistad, desnudar la vida de una persona que es un refugiado, pero es mucho más, tiene muchas más tonalidades. Es un académico universitario, es gay, es un hombre joven, le gusta el campo, es muchas cosas. Quizá al centrarlo en esa historia de amistad es posible ir más allá de lo esquemático de los medios de comunicación", insiste el director que pide dejar de hablar de crisis de refugiados y nombrar todo lo que está pasando como una crisis humanitaria. "Es importante el modo en que nombramos las cosas y cómo nos referimos a esto. Tenemos que tratar humanizar estas historias, porque la imagen que construyamos de ellos y la manera de hablar de ellos modificará la forma en que después decidamos tratarlos".
Pero además, Flee es cine dentro del cine. De ahí esa escena inicial, con un plano cenital en la que el protagonista se dispone a contar su historia al director. Lo hace tumbado en un diván, un elemento que nos habla del potencial terapéutico del cine. En la línea de películas como Vals con Basir o Persépolis, la animación sirve para narrar el horror, para recuperar el componente emocional y para recrear una vida. Aquí además ese material de archivo sirve para hacer un alegato político contra aquellos países que invaden y generan el caos y aquellos que vuelven la cara a las consecuencias de sus actos.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...