Orcasitas, el barrio que no olvida
Algunos de los vecinos más jóvenes que viven en esa plaza no tienen claro el origen, pero el nombre de 'Memoria Vinculante' esconde la historia de un movimiento vecinal que a comienzos de los años 70 hizo historia en un barrio del sur de Madrid. No es una excepción: la calle de la Participación, la de Los Mil Delegados, la plaza de la Solidaridad… Orcasitas recuerda con orgullo
Orcasitas, el barrio que no olvida
Orcasitas (Madrid)
“Cuando me preguntan dónde vivo y respondo en 'Memoria Vinculante', siempre me dicen que qué nombre más raro”, nos comenta Sebastián a pocos metros de su portal en la misma plaza. Sebastián, vecino del bloque anexo coincide: “Cada vez que voy a hacer un papeleo me preguntan si esta plaza existe”. Los dos pasan ya los 50 años. Cuando le preguntas a los jóvenes aparecen las dudas. “Pusieron algo el otro día en Facebook, pero nosotras vivíamos aquí y no nos habíamos enterado nunca de por qué era el nombre”, admiten Mercedes y Rocío mientras una de ellas sostiene en brazos a su hija de dos años.
Plaza de la Memoria Vinculante de Orcasitas
Las primeras chabolas en la meseta de Orcasitas se levantaron en los años 50. La mayoría de sus habitantes eran familias de Castilla La Mancha, Andalucía y Extremadura que venían a Madrid en busca de trabajo. Los que vivieron aquella época no lo olvidan: “Todos llevábamos una linterna para evitar caernos en el fangal del barro, aquí ha llegado a morir un lechero al que le dio un infarto porque los servicios de urgencia no pudieron acceder para rescatarle”, recuerda Félix López Rey que llegó aquí con 8 años y es memoria viva del barrio, toda una referencia.
Apenas cumplidos los 14, Félix empezó a trabajar y recuerda que le daba vergüenza que sus compañeros vinieran de visita porque no sabría que responder si le preguntaban por dónde estaba el baño. Años después en un programa de radio soltó una frase que los vecinos han dejado escrita a modo de homenaje en una pintada junto al frontón del barrio: “Mientras el hombre llega a la Luna, en Orcasitas se caga en una lata”. De hecho, en octubre de 1973 la revista Cambio 16 tituló uno de sus reportajes con un definitivo 'Orcasitas ya tiene retrete'.
La situación parecía que iba a cambiar gracias a un plan de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid que incluía una remodelación parcial de la zona. Los vecinos, que serían desalojados con la promesa de regresar cuando se hayan construido nuevas casas, se organizan. “Todos los miércoles, aunque jugara Cruyff, había asamblea”, recuerda Félix citando lo que solía decir uno de los arquitectos que se comprometieron con su lucha y jugaron un papel decisivo: José Manuel Bringas. Educado en colegios de élite, e hijo de un antiguo concejal, consiguió que la voz de los vecinos llegara a los despachos. También participó activamente en el diseño de las nuevas viviendas, hasta un límite nunca antes visto. “No era del PCE ni de ningún partido, era un cristiano ácrata, un cristiano de base”, comenta Félix que habla con absoluta admiración de una de las personas que según él más ha contribuido al desarrollo del barrio y que en la actualidad padece Alzheimer.
“Los vecinos nos hacían todo tipo de sugerencias, elegían los azulejos, la colocación del tendedero, si el baño debía ir alicatado hasta el techo… creo que muchas veces lo hacían en función de lo que proponían los anuncios de la época”, rememora Eduardo Leira, otro de los arquitectos que se implicó. Fue un proceso totalmente participativo, en el que la clave era escuchar a los vecinos, aunque en ocasiones sus ideas no se pudieran cumplir: “A nosotros también nos hubiera gustado que las casas fueran más grandes, pero no se podía”. O no coincidieran con lo que planteaban los arquitectos: “Les propusimos hacer viviendas unifamiliares pensando que lo preferirían porque era lo más parecido al pueblo, pero salimos escaldados; quería sus pisos altos, como los que veían en la ciudad, porque era su manera de sentir que ya formaban parte de ella”.
El resultado fue algo completamente innovador. De centrar reportajes sobre la instalación de un retrete, Orcasitas pasó a ser caso de estudio en revistas internacionales especializadas en arquitectura. “Fue un auténtico proceso participativo cuando no existía; cuando no sabíamos lo que era la participación, aquí en Orcasitas ya vivimos ese proceso”, comenta María Antonia García Heras, vicepresidenta de la Asociación de Vecinos, que en aquellos años era solo una adolescente.
Sin embargo, cuando llega el momento de la verdad, el del regreso, el ayuntamiento mira hacia otro lado. Es entonces cuando aparecen un grupo de abogados, que también se comprometen con la causa de los vecinos. Eduardo García Enterría, catedrático de Derecho Administrativo, les asesora y consigue que el caso llegue a la Audiencia Nacional. Una mañana de octubre del 73 los magistrados se encuentran a las puertas de su sede una escena completamente inusual: “Era impresionante, entre todas las togas, recuerdo que mi padre y otros mayores se quitaban la boina cuando pasaban, parecía una escena de la película Los Santos Inocentes”. Los jueces les dieron la razón, pero el Ayuntamiento presentó un recurso. El caso terminó en el Tribunal Supremo que dictó sentencia definitiva cuatro años después: los vecinos de Orcasitas tenían derecho a regresar a sus casas.
La importancia de la memoria para evitar la corrupción
La clave estuvo en una frase incluida en la memoria del plan. “La finalidad de la urbanización de aquel terreno era el realojamiento de los chabolistas”, recuerda el juez Javier Delgado Barrio que llegó a presidir el Supremo años más tarde. “La memoria tenía mucha importancia pero en la práctica se había convertido en un documento literario sin importancia jurídica; esta sentencia destaca la importancia de la memoria para evitar la corrupción, sencillamente”, reflexiona. Los jueces consideraron que lo que estaba escrito en la memoria tenía carácter jurídico, con lo que era de obligado cumplimiento: vinculante.
Memoria vinculante. Como años después iba a llamarse la plaza. Cuando supo de su existencia, Delgado Barrio organizó una foto bajo la placa con todos sus compañeros del Supremo. Habían pasado 20 años desde la sentencia, pero el principal ponente de la misma, Paulino Martín, también quiso aparecer en una instantánea que el juez aún conserva. No es la única placa que llama la atención en un barrio en el que puedes pasear desde la calle de los Encierros y pasar por la de la Participación hasta terminar en la Plaza de la Solidaridad.
Cuando los vecinos propusieron esos nombres al alcalde, Tierno Galván sólo puso pegas a uno: en lugar de ‘Despropiación’ la calle debía llamarse Expropiación. El viejo profesor nunca dejó de ejercer. Aclarado el error, Orcasitas pasó página. En octubre de 1986 ya no quedaba ningún vecino viviendo en chabolas. El barrio no olvida.
Rafa Panadero
Ha desarrollado casi toda su carrera profesional...