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"Llevaba a mi hija al trabajo porque no podía apuntarla a una guardería": concentración por la regularización de personas migrantes en Callao

Unas doscientas personas de colectivos y asociaciones antirracistas y de personas migrantes se reunían esta mañana en Callao en una recogida de firmas para regularizar la situación de las personas migrantes en España

Doscientas personas se congregaban desde este mediodía en el corazón de la capital, en la Plaza de Callao, en una concentración para impulsar la regularización de las personas migrantes en España. ¿El lema? 500.000 firmas para 500.000 personas. Desde el 23 de diciembre, la plataforma convocante, #RegularizacionYa, formada por asociaciones y colectivos migrantes y antiracistas, lleva recogiendo firmas para, una vez se alcance esa meta de 500.000 apoyos, presentarlas en el Congreso como Iniciativa Legislativa Popular.

"Nos reunimos unas 40 organizaciones para pensar cómo impulsar un proceso de debate para que este Gobierno regularizara la situación administrativa de aquellos que están en contextos administrativos irregulares", explica Yeison, uno de los portavoces de #RegularizacionYa. La semilla germina en las primeras etapas de la pandemia, cuando la precariedad se agudizaba en estas personas migrantes. "Regularizar significa dar una tarjeta de residencia, que asegure sanidad, educación y empleo. Es el hecho de que esa persona tenga garantizados sus derechos".

Para la mayoría de personas migrantes en situación irregular en nuestro país, su trabajo "forma parte de esa economía sumergida", explica Yeison. "Hay que entender cómo se sostiene este sistema. Su fuerza de trabajo es aprovechada por las arcas del Estado pero no se les garantizan ningún tipo de derecho, a pesar de que paguen impuestos indirectos y directos".

"Llevaba a mi hija al trabajo porque no podía apuntarla a una guardería"

Wilma llegó de Bolivia hace 18 años, un 3 de marzo de 2004. "Mi objetivo era ahorrar para ayudar a mi familia y pensaba quedarme tres años: uno para pagar la deuda del hospital de mi padre, otro para ayudar a mis hermanos menores y otro para terminar la carrera". En su primer trabajo, donde estuvo 3 meses, cobraba como interna 540€ mensuales "en B". "No me dejaban salir porque sabían que en otros sitios pagaban más", afirma.

A los tres años de su llegada, un cáncer sacudió a un miembro de su familia y se vio obligada a quedarse para ayudar a pagar los costes sanitarios de dicho tratamiento en Bolivia.

Tiene tres niñas y tan solo la mayor nació en Bolivia. Las otras dos nacieron en España. Natalia, la pequeña, por tanto, era epañola. Sin embargo, no le dejaron apuntarla a una guardería pública. "Yo trabajaba con mi hija en las casas, me la llevaba en el aguayo (manta popular boliviana usada como mochila)".

Wilma, junto con trabajadoras domésticas, jornaleros, manteros, etc, se acercaba esta mañana a Callao para animar a aquellos que se pasaran por el centro de la capital a que escucharan su situación y se decidieran a firmar. "Unos u otros, por más que tengamos documentación, tenemos que sumarnos a esto. Cada persona es una pulga, como digo yo, pero cuando todas las pulgas nos unimos podemos coger fuerza", concluye.