Los que piden la dimisión de Casado metabolizan la corrupción

Pablo Casado quiso cerrar la crisis del Partido Popular y, ayer, un nutrido puñado de seguidores del partido le dijeron en la calle que si quiere cerrar la crisis, que se vaya. Desde el jueves estamos viviendo, en directo, un lamentable espectáculo que no hace más que dañar a la política y a la democracia. Un líder en horas bajas y una presidenta autonómica con una seria sospecha de corrupción sobre su cabeza, enfrentados en una guerra sin cuartel que ha activado, además, y de manera peligrosa, a la calle.

Lo que ayer se vio a las puertas de la sede nacional del partido en la calle Génova, esa sede pagada con dinero negro, recuerden, fue una clara manifestación trumpista, en contra del poder institucional del partido, porque lo que los manifestantes querían y siguen queriendo, entiendo, es la caída de Casado al margen de las decisiones de los órganos del partido. Y es que Casado, lo habrá hecho bien, mal o muy mal, pero fue elegido democráticamente en unas primarias. Y ahora, hay cauces en ese mismo partido que son los que tiene la capacidad para cambiar, o no, de líder.

Ayer en la calle Génova intentó subvertirse el orden institucional y democrático. Y lo que es peor todavía, ayer aquellos que se manifestaban pidiendo la dimisión de Casado y apoyando a Ayuso, son la muestra de ese electorado del Partido Popular que metaboliza sin problema la corrupción. Porque recordemos que el origen de todo sigue siendo el dinero que se embolsó el hermano de la presidenta madrileña por la compra de mascarillas en lo peor de la pandemia. A partir de ahí hubo cruce de acusaciones, de espionaje hacia un lado, de corrupción hacia el otro, y ninguno de los dos bandos ha presentado pruebas suficientes para que el cierre del caso se soporte en pruebas y documentos. Pero los dos dan por buenas las explicaciones mutuas, en un intento, sobre todo por parte de Casado, de pasar página.

Ayer, si se asomó al balcón de Génova, debió ver que no lo va a tener tan fácil. Por eso es indispensable que se activen los mecanismos necesarios para que el cierre de esta crisis sea en el marco institucional del partido, que tiene mecanismos para regular sanciones, si alguno de los comportamientos da argumentos para ello, y mecanismos para la renovación del liderazgo. Hacerlo de otra manera, hacerlo por la vía populista o por la vía trumpista, como reclamaban los manifestantes ayer, puede producir un daño irreparable en un partido de gobierno, como el PP, dar alas a la extrema derecha y, por extensión, dejar seriamente tocado el sistema democrático. Al PP le toca ser responsable.