El Gobierno se mete en la batalla del relato

Anteayer, en el In Memoriam a Fernando Buesa y Jorge Díez, Eduardo Madina contó que una vez le preguntó a su aitite, que fue niño de la guerra: “Aitite, cuéntame qué te pasó”. Y él le dijo: “No, cuéntamelo tú a mí, ¿qué nos pasó?”. La gran pregunta, concluyó, no será cómo se lo vamos a contar a nuestros hijos, sino cómo nos lo contarán ellos. Esa es la gran labor de las instituciones: construir una comunidad atenta a esa pregunta, a la memoria.

Como recogiendo el guante, el Gobierno vasco acaba de encargar a víctimas y historiadores un documento de bases compartidas para la construcción social de la memoria en Euskadi. Renuncia a que los partidos pacten un nuevo suelo ético. E intenta otro acuerdo de mínimos, lejos de ese ruido y en el terreno del relato. Una suerte de memoria oficial.

Recordar es necesario, pero recordar solo por recordar no sirve de nada. La memoria no debe agotarse en el mero recuerdo. Debe ser una memoria crítica con lo que nos pasó, que deslegitime la violencia, inevitablemente autocrítica e incómoda para una parte de nuestra sociedad. Y en esa conclusión, me temo, muchos seguirán sin querer estar.