Colombia aprobó este lunes la despenalización del aborto hasta las 24 semanas de gestación, un avance que pone al país “a la vanguardia de América Latina y el Caribe, pero también del resto del mundo” según el movimiento Causa Justa que impulsó en 2020 la demanda que ha dado lugar a este fallo de la Corte Constitucional de Colombia.

Hasta ahora, las mujeres que abortaran en Colombia se enfrentaban a hasta cuatro años y medio de cárcel, aunque desde 2006 la interrupción del embarazo estaba permitida sin límite de tiempo por tres causas: violación, malformación del feto o riesgo de salud para la madre, tres supuestos que se mantienen tras el histórico fallo.

Ana Cristina González Vélez, pionera del movimiento Causa Justa y cofundadora de La Meda Por La Vida y la Salud de las Mujeres, valora muy positivamente la resolución que toma como “una demostración de que la autonomía reproductiva de las mujeres se toma en serio, de que se respeta su libertad, tan importante para que cada mujer pueda definir su proyecto de vida sin verse obligada a una maternidad o a un embarazo forzados”.

González señala que con la legislación de 2006 existían inmensas barreras para las mujeres que querían abortar, reduciendo a entre un 2 y un 10% el número de mujeres que podían acceder a un aborto legal en el sistema de salud, y calcula que desde 2008 en Colombia se estaba criminalizando de media a 400 mujeres por año y se estaba condenando a 26.

Lo que siguen reclamando desde el movimiento es que se elimine el delito de aborto, todavía presente en los códigos penales de casi todo el mundo, por ser “un delito innecesario, injusto, ineficaz y contraproducente”, que está “en la base del estigma y de las barreras que enfrentan las mujeres”.

Barreras sociales

González reconoce que todavía faltan avances por lograr en la desaparición de las barreras para acceder a los servicios de aborto, pero celebra que, con esta decisión, la Corte Constitucional pide al Congreso y al Gobierno que formulen una política pública integral para atender el problema del aborto, lo cual, dice, servirá para “dar certidumbre a los profesionales y orientar la prestación del servicio”.

Entre las barreras todavía por superar, dice, está la normalización de la idea de que “ya no es el médico, sino la mujer la que toma la decisión”. Un plano moral y una transformación cultural que requiere más tiempo, porque “hay un sector de la sociedad que no quiere eso de ninguna manera, porque le convienen los arreglos actuales, donde las mujeres estén como condenadas a la maternidad, se queden en las casas y el mundo de lo público les pertenezca a ellos”, asegura.

El avance en el derecho al aborto es la punta de lanza para otros muchos derechos de la mujer en América Latina. Ana Cristina González señala que “la autonomía reproductiva de las mujeres determina muchas otras cosas de su vida: cuando tú no puedes decidir sobre un embarazo y menos sobre una maternidad, alguien está escribiendo tu biografía por ti”, algo que, recuerda, tiene efectos en la participación política de las mujeres o en su inserción laboral.

Además, este cambio es importante en el plano sanitario, al sacar de la clandestinidad los abortos practicados de forma insegura.

Márketing engañoso sobre la lactancia materna

Una investigación de la Organización Mundial de la Salud y UNICEF denuncia cómo la mercadotecnia influye en la alimentación que los padres dan a sus hijos en sus primeros años de vida, una etapa clave en el desarrollo de cualquier niño o niña, para los que es vital la leche materna. Pero las marcas recurren a todo tipo de estrategias para que los padres piensen otra cosa y se conviertan en potenciales clientes.

Blanca Carazo, responsable de programas internacionales de UNICEF, recuerda que la leche materna “es la mejor vacuna”, mejora el sistema inmunitario y ayuda a fortalecer el vínculo entre la madre y el bebé. Sin embargo, con argumentos falsos o distorsionando la información científica, la industria de la leche de fórmula trata de convencer a las madres de que su producto es superior a la leche materna.

Pese a existir un código de conducta para la comercialización de leche de fórmula, las empresas llevan a cabo “prácticas bastante agresivas de comercialización y de promoción de esas leches artificiales que utilizan información errónea y métodos como el regalo de muestras y la promoción”, denuncia Carazo, y alimentan falsos mitos como que la leche materna no tiene suficientes nutrientes.

Se dan estrategias de publicidad invasiva como las llamadas a la población e incluso llegan a utilizar a médicos profesionales, algo explícitamente prohibido en el código, porque menoscaba la confianza de las madres en el personal de salud que las trata.