El tiempo en que hubo lobos en las montañas de Cartagena

Cartagena

El tiempo en que hubo lobos en las montañas de Cartagena

Acaban de escuchar las voces de Juan Navarro Liarte con 83 años de edad, de la estirpe de los “Torcíos” y de María Pérez Madrid de 78 años de edad, más conocida como Maruja y apodada “La Moña”, por la “mata de pelo” que tenía su padre y que ella también ha heredado. A Juan su apodo le viene de su bisabuelo al que llamaban “El Torcío” porque tenía una deformidad en la espalda. Ambos son “Torreños”, nacidos y criados en Las Torres de Nicolás Pérez, histórica población del Oeste Cartagenero, (Diputación de Perín). La única que conserva el topónimo de su origen, aunque lamentablemente Hoy por hoy, de la Torre no queda nada más que el recuerdo y algunas leyendas.

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Es este bello lugar del municipio una zona rica en recursos naturales: esparto, palmito, leña, caza, pesca y minerales, que en épocas pasadas eran muy preciados y donde aún permanece vivo en el recuerdo el tiempo en que hubo lobos en las montañas de Cartagena, entre las que se encuentra: Las Peñas Blancas, la más alta del municipio con algo más de 600 metros de altitud.

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La Moña y el Torcío se conocían desde pequeños, aunque fue durante un permiso de la mili de Juan y en un baile de Cuesta Blanca cuando se comprometieron. Tuvieron cinco años de noviazgo, siempre con escolta, hasta que, tras una trifulca familiar por haber realizado un paseo solos, hablaron con el cura y el siguiente Domingo, cumpliendo el periodo de las tres amonestaciones, estaban en el altar. Como tanta gente del mundo rural, en aquella época se marcharon a vivir a la ciudad, aunque nunca se desligaron del todo de Las Torres. Los veranos, las Pascuas y Semana Santa se trasladaban con sus dos hijas a pasarlos en Los Rincones y muchos Domingos a trabajar en la finca. Llegada la jubilación de Juan como obrero de la construcción regresaron definitivamente, quizás por ese sentimiento que nos atrae a los seres humanos a volver al lugar donde fuimos fecundados y crecimos.

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Hoy por Hoy llevan 56 años de matrimonio. Su vida ha sido un “tira y afloja”, ayudándose el uno al otro. Si Juan se iba a labrar Maruja se iba con él. “No le ha tenido celos nada más que al tractor”. Han compartido las vivencias de unas generaciones que se esforzaron y sacrificaron al máximo por nuestro futuro. Sin los avances actuales, ni electrodomésticos, ni agua corriente. Hace 47 años que pusieron la luz eléctrica y hasta hace 24 años se seguía funcionando con pozos y aljibes.

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Ambos comenzaron a ayudar a sus familias para procurar el sustento necesario desde la infancia. Maruja empezó a trabajar “cuando tenía un mes, liá en una manta” a cuestas de Rosalía, su madre, porque no podía dejar solas a ella y su hermana. La Moña “ha guardado cabras, recolectado higos, pésoles, almendra y algodón. Ha picado esparto, ha hecho con él cientos de metros de filete y sogas, ha espulgado palma, ha labrado, sembrado, segado e incluso trillado. Juan desde crio ya estaba pastoreando con las cabras por los montes de realengo y dedicándose igualmente a todo tipo de tareas agrícolas, ganaderas y artesanales. Ayudando en su casa a traer un duro. Por ese motivo, Juan entró con 16 años a trabajar en las minas del Rincón de Morales, en un collado anejo a Peñas Blancas. Las mayores minas de hierro que hubo en Murcia, que eran explotadas las 24 horas del día, dando trabajo a cientos de habitantes de poblaciones del oeste y que cesaron su actividad en 1961. El Torcío dejó este oficio para siempre después de sufrir un incidente poco conocido, que podría ser una versión cartagenera a pequeña escala de la historia real de los 33 mineros chilenos que quedaron atrapados tras el derrumbe de la mina San José en agosto de 2010 y que les invito a escuchar de su viva voz. ( testimonio de Juan Navarro en el audio).

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Espero que después de haber oído estos relatos, se animen a conocer y caminar por los parajes de La Torre de Nicolas Pérez. Si suben hacía las Peñas Blancas, por favor deténganse un momento, miren su calzado y piensen la cantidad de esparteñas que antaño han pisado la senda camino de las minas. Si son más audaces y deciden hacerlo por la noche, quizás les parezca ver “un cordón de luces serpenteando por la senda de Las Víboras”, como si de una santa compaña de mineros del pasado se tratara, e incluso puede que crean oír el aullido de un lobo. Y ya puestos a soñar, imaginemos la restauración y puesta en valor del rico patrimonio cultural de la zona oeste de Cartagena: yacimientos arqueológicos, molinos, norias, canalizaciones, balsas, aljibes, minas, fortificaciones y alguna Torre defensiva que aún queda en pie, para que no terminen por derrumbarse como le sucedió a la de Nicolás.

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Que pasen un buen fin de semana radioescuchas de la SER de Cartagena

El Garrancho.