"En la cocina" con Iker Ortiz de Zárate
El actor, director y autor teatral gasteiztarra habla de su vocación, de recuerdos de infancia, de experiencias profesionales, de afectos... y más

En la cocina con Iker Ortiz de Zarate
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Vitoria
Lo supo desde siempre. Que quería ser actor. El pequeño Iker se ponía frente al espejo los vestidos y los zapatos de su madre con la que aprendió en el Beñat Etxepare del centro cívico Iparralde los rudimentos de la tramoya del teatro. Y mira que le dijeron que no, que eso de actuar no; recuerda que a los 8 años, durante todo un viaje de vuelta de una comunión, San Sebastián-Vitoria, sus tíos y su prima no dejaban de darle una y otra vez al mismo mantra: QUE NO.
Y él, en sus trece. Que le gustaba demasiado lo que hacían esas gentes que salían en las películas clásicas que tenían rombos.
Estudió interpretación en Madrid, París -sentía fascinación por París-, en Nueva York. En la Universidad de Kent se licenció de Arte Dramático con matrícula de honor. Dice que siempre ha sentido fascinación por sus profesores y que una forma de devolver lo que le aportaban era responderles con lo mejor de sí mismo.
Guarda un precioso recuerdo de un rodaje con Winterbottom. Fue 'prota' -en créditos Iker Ibáñez- de la serie más cara que había hecho nunca la BBC y volvió a casa.
En 2005 fundó Ortzai, un laboratorio de arte; arte dramático. Era un plan, un sueño, la necesidad de tener un espacio donde crear a placer, desde donde contribuir a su ciudad, a su querida ciudad.
Ortzai alberga un teatro a la argentina y una escuela. Pero explica que él no es maestro. Que sigue siendo aprendiz y que aprende con sus no alumnos y alumnas.
Le atrae la excelencia, le gustan los gatos, le emociona la música barroca y en Italia, que descubrió casi por casualidad, tiene muchos afectos profundos. Y si le dan a elegir, se queda con el teatro, porque permite más artesanía, porque es más dueño de lo que hace, porque se siente libre.




