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'Las ilusiones perdidas': cómo traer a Balzac al presente

Xavier Giannoli lleva al escritor francés a la gran pantalla para reactualizar esta historia sobre la perversión del periodismo y la crítica

'Las ilusiones perdidas' / A contracorriente

Madrid

García Márquez describió el oficio del periodista como el mejor del mundo. Sin embargo, la profesión ha estado también marcada desde sus inicios por la ambición, el poder y el dinero. Después de Madame Margarite o La aparición, Xavier Giannoli sorprende al público con Las ilusiones perdidas, la película preferida en la próxima edición de los Premios César, que se ha alzado con 15 nominaciones.

Presentada en el pasado Festival de Venecia, Las ilusiones perdidas se erige como una interesantísima sátira sobre el mundo del periodismo, pero también sobre la corrupción en la sociedad francesa de comienzos del siglo XIX. Giannoli no solo se ha atrevido a adaptar al mismísimo Balzac, sino que además ha escogido una de sus obras magnas. Ambientado en 1830, el relato original se centra en un momento histórico muy específico: cuando el último Borbón de Francia y su corte perseguían las publicaciones liberales que fuesen contrarias al régimen.

“No es una película sobre el periodismo”, aclaraba el director ante los medios durante el Festival de Venecia. “Es una película en la que Balzac ha visto algo que ocurría en un gran movimiento a la vez histórico y tecnológico, con la llegada de la prensa y de su atractivo de hoy en día con los medios de masas, pero no es más que un síntoma de un estado del mundo y de una sociedad que va a arrodillarse frente a la ley de la obtención de beneficios. El objeto de la novela es mucho más amplio que el de hablar de la profesión, que en sí es muy noble”, insiste.

El protagonista de la película es el joven Lucien, un hombre de provincias, interpretado por el estupendo Benjamin Voison que conocimos en Verano del 85 (François Ozon). Amante de la literatura y con vocación de poeta, Lucien abandona su Angoulême natal para perseguir su sueño. Se traslada al frenético París del XIX con la intención de encontrar un editor que le ayude a publicar sus humildes sonetos de amor. Es entonces cuando Lucien cae en el despiadado mundo de la prensa escrita, de las editoriales y de la competencia atroz, siempre al servicio del capital.

“Mi padre hizo toda su carrera en la prensa, así que es algo que conozco, además tengo amigos que están ahí. Yo lo que describo es un momento muy particular de la novela en el que no se habla tanto de la gran prensa, no es que la película hable de los grandes periódicos de la época como Le Courrier o el diario Le Monde”, explica Giannoli. “Se trata de un momento en el que hay una forma de liberalización económica de la prensa y aparecen un montón de pequeños diarios, en el que los patrones de la prensa comprenden que la influencia se va a convertir en un poder económico y que ese movimiento se va a inscribir en otro aún más grande de mercantilización del mundo, de las ideas, de la opinión…”

En su afán por ir escalando posiciones, todos los movimientos de Lucien son narrados con riguroso detalle por la voz en off del director canadiense Xavier Dolan, que interpreta al joven escritor enemigo del protagonista. En los diarios del momento las críticas se venden al mejor postor. El dinero decide qué obra ensalzar y cuál arruinar, algo similar a lo que sucede con los teatros, lugares donde una persona tiene el poder de alabar el espectáculo a través de aplausos comprados o de destrozarlo con abucheos pactados. Esta figura, al igual que otros muchos aspectos que se observan en la película, encuentra su paralelismo con los influencers del siglo XXI. “A mí me gusta leer la crítica, me gusta saber lo que piensan los periodistas, tengo más problemas con Internet”, afirma el protagonista, Benjamin Voison. “No tanto con los instagramers, sino con los comentarios debajo de las publicaciones. Creo que hay una maldad bastante violenta en YouTube, Facebook, Instagram, Twitter... Creo que Balzac muestra también eso en su libro y en la película, ese paso atrás que hace falta dar para no sumergirse en esa violencia”, concluye.

Giannoli narra el origen de las fake news y traza puentes con nuestro presente justo cuando este fenómeno se encuentra en auge por el desarrollo de las redes sociales. El cineasta logra crear un drama histórico y a la vez consigue una estupenda radiografía sobre las relaciones de poder y avaricia que forman parte del mundo intelectual.