Semana horribilis

Palencia

Tengo un amigo de natural pesimista que al preguntarle «¿Qué tal te va?» acostumbraba a responder: «Bien, a peor no podemos ir». Y digo acostumbraba porque ayer domingo ya no mantenía esa hipótesis. Antes de que yo le preguntara, al darme un abrazo me susurró: «Podemos ir a peor». A continuación, hicimos balance de lo ocurrido durante la última semana y llegamos a la siguiente conclusión, avalada por Murphy en su famosa ley: Si existe la posibilidad de que varias cosas vayan mal, la que cause más perjuicios será la única que vaya mal.

Los perjuicios —de menor o mayor cuantía— nos llegan por tierra mar y aire, surgen aquí —en el terruño—, en tierras cercanas y en tierras lejanas. Previsibles unos —el sindiós montado en la Corporación Municipal, es claro ejemplo—, con mayor o menor fortuna estábamos preparados para afrontarlos; otros —que se cuecen en la cercana Valladolid— nos tienen sumidos en la incertidumbre al desconocer su alcance. Los que se fueron horneando en Madrid, que por aquello del paisanaje nos tocan de refilón, a día de hoy desconocemos —al menos mi amigo y yo— su posible repercusión. Los que escapan a la razón —la guerra que un lunático ha desatado en Ucrania— deberían ponernos en guardia permanente. Ejemplos hay en la historia de otros lunáticos que llevaron al mundo donde lo llevaron.

«Febrero loco y marzo otro poco», reza en el refranero. Por algo será, más allá de lo climatológico. Recuerden ustedes lo ocurrido el famoso 23F de 1981, y la escenificación de hace unos días, precisamente otro 23, que pasará a la historia como el día del adiós a la política de nuestro paisano Pablo Casado. No le anda a la zaga el 25F, con el esperpéntico pleno municipal, conocido ya como el de aquellos polvos estos lodos.

Al despedirme de mi amigo recordé lo que en pleno furor de la pandemia leí a la periodista Emma Rodríguez en la revista Lecturas Sumergidas: Tal vez estos momentos de vulnerabilidad y desazón, de cambio hacia no sabemos dónde, en los que vivimos, son ideales para poner en su sitio los logros del progreso, sin arrogancia de ningún tipo, y para pararnos a mirar hacia atrás con el objetivo de recuperar ideales perdidos, abandonados en el camino de la Historia, que nos pueden ayudar a encontrar sentidos.

No sé si a ustedes les ocurrirá. Hay días que a uno le entran ganas de gritar que paren el mundo que me bajo.

Pónganle buena cara al mal tiempo, y parafraseando a Vicente Hipólito, famoso locutor que fuera de esta cadena de emisoras, ¡háganme el favor de ser felices!