Opinión

No a las guerras

La Firma de Eva Calleja

"No a las guerras", la Firma de Eva Calleja

Palencia

El ser humano es el único que es capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. El ser humano es el único que no aprende de la historia y por lo tanto está condenado a repetirla. El ser humano es capaz de lo mejor y también es capaz de los mayores horrores.

Tengo el alma encogida desde que la madrugada de hace ya seis días se materializaba el ataque con el que Putin llevaba amenazando desde hace semanas. Mi cabeza me decía que era imposible, que no daría ese paso, que la vía diplomática lograría frenarlo. Pero me equivoqué.

Tengo un hijo que está a punto de cumplir 18 años. Cuando le desperté el otro día y le conté lo sucedido me miró con un velo de miedo en sus ojos y me dijo: mamá, dime que esto no va a ser el inicio de una tercera guerra mundial.

Traté de dibujar una sonrisa en mi boca y mirándole a los ojos contesté: espero que no. Me hubiera encantado decir un no alto y rotundo pero no soy capaz de mentirle y aún no tengo claro que la locura de un sujeto como Putin, peligroso y descerebrado, no nos lleve a una situación que no quiero ni siquiera imaginar.

Desde entonces no puedo dejar de pensar en que niños como él, aún proyectos de hombre, se vean obligados a empuñar las armas.

Desde entonces no puedo dejar de pensar en que madres como yo traten de poner a salvo a sus hijas, a sus hijos...

Desde entonces no puedo dejar de pensar en que personas que vivían su día a día, igual que el mío y a tan solo unos miles de kilómetros de mi casa busquen ahora refugio para huir de las bombas.

Y tengo una sensación amarga en la boca del estómago viendo en directo la guerra, esta guerra que podemos seguir minuto a minuto a través de los medios de comunicación. ¿No les genera una extraña sensación estar delante de una pantalla siendo testigos, en tiempo real, del sufrimiento humano?

Y necesito refugiarme en alguna parte y no se me ocurre otra mejor que la poesía, en las palabras que son un buen bálsamo para cualquier herida.

Recurro al poeta, al poeta que estuvo encerrado en la antigua prisión palentina, donde decía que no podía llorar porque las lágrimas se le congelaban, al poeta que murió por pensar y por crear belleza. No había más motivo. No hubo más motivo que el horror del odio. Miguel Hernández con quién tenemos una deuda de amor. Hoy también mis lágrimas se congelan por todas las personas que sufren por la guerra, por las guerras.

Dijo el poeta:

Tristes guerras

si no es el amor la empresa.

Tristes, tristes.

Tristes armas

si no son las palabras

Tristes, tristes.

Tristes hombres

si no mueren de amores

Tristes, tristes.