El comentario de Ángel Núñez 8 de Marzo: La Guerra
El comentario de los martes en el Hoy por hoy Cádiz

GRAF6091. BARCELONA, 26/02/2022.- Vista de la manifestación en contra de la guerra en Ucrania este sábado en las calles de Barcelona. EFE/ Marta Pérez / Marta Pérez (EFE)

Cádiz
LA GUERRA
Abre el día y la guerra. Despierto en la jornada trece y todavía sigue ahí. Como el dinosaurio de Monterroso. Tan antigua como él y tan otra vez, prolongando la pesadilla, más real que esa realidad cuyo fin, como el de la historia, algunos habían pronosticado. Dice uno la guerra y todo lo demás es solo etcétera, el mundo convertido en el resto de una enumeración superflua que se sobrentiende mientras muere un niño. Y repetidamente mueren niños. Y adultos. Y mujeres. Y ancianos. La guerra es esa foto que ayer era portada de todos los periódicos. Una madre y sus dos hijos asesinados por proyectiles de mortero cuando intentaban escapar de Irpin. La guerra son sus cuerpos en el suelo semicubiertos con mantas junto a las maletas que portaban rumbo ya a ninguna parte.
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Comentario de Ángel Núñez 8 de Marzo
Confiados y bastante estúpidos, habíamos terminado por parecernos a aquellos europeos de los que hablaba Stefan Zweig en sus memorias, gentes que creían tan poco en la posibilidad de una guerra en Occidente como en brujas y fantasmas, mientras la sombra de dos guerras mundiales dibujaba su inminencia amenazante en el escenario de sus vidas, al modo de aquella escena de Nosferatu. Y, sin embargo, otra vez. La guerra, digo. El mundo de ayer. Ese mismo horror del corazón de las tinieblas.
Habría acertado Hegel, si hubiera dicho aquello tan vulgar de que la historia se repite. Y se equivocaba Marx cuando pretendió corregirlo. Como aquel tipo del que hablaba Trapiello en uno de sus libros, Marx poseía una extraordinaria habilidad para equivocarse, «se equivocaba siempre a la primera». No se repite una vez como tragedia y la otra como farsa. La historia es siempre una tragedia inmensa y redundante. La historia es el proceso de una digestión azufrada, que se nos repite hasta la saciedad. Puede que, vuelto el rostro hacia el pasado, el ángel de la historia contemple una catástrofe única que infatigablemente amontona ruinas, pero no parece que el futuro vaya a ser distinto. Se lo leí a Margaret MacMillan, autora de uno de los mejores ensayos sobre la guerra de los últimos tiempos. Decía que no somos mejores en Occidente por no sufrir guerras, es solo que hemos tenido suerte. Y ahora parece haberse acabado. Volvía a acertar el viejo Hegel: «lo único que aprendemos de la historia es que no aprendemos nada de la historia». Se que esto que ahora digo es solo viento idiota. Pero qué impotencia. Nuestro azul y amarillo es hoy el de Ucrania.




