El rubio

Albacete

En plena década de los increíbles años sesenta donde el prodigio de los sueños hizo su espectacular aparición, la quimera de un joven albacetense de diecisiete años abrió un incierto número de posibilidades donde siempre destacó el concepto ESTAR… estar sí, pero en Madrid, la capital, donde a diferencia de aquella ciudad de provincias por inventar… en Madrid, la calle era El Mundo, abierto de par en par para buscones y exploradores. El Rubio, aquel joven aventurero que huía de las puertas oscuras pronto supo que su espacio estaba allí, en aquella galaxia, en la gran urbe repleta de luz y esperanzas. Jamás volvió a su lugar de origen.

Allí, en aquel largo y venturoso camino quedaron la Escuela de Artes y Oficios, la licenciatura en Bellas Artes por la Complutense en Madrid o 35 años con tienda y estudio en Marbella y una explosión creativa donde comenzó a jugar artísticamente con los sueños abriendo bocanas a la jardinería misteriosa, melancólica; a la abstracción jugando con los espacios imposibles; a la composición colorista de naturalezas muertas: sus bodegones; al apasionante mundo del collage explotando sus vínculos con el azar, como esas fotografías troceadas donde también tiene su lugar la casualidad y por último los caprichosos encuadres donde el color explota de una manera salvaje. El Rubio, el joven Rubio, sigue aún hoy, fresco, como si su llegada al espectáculo de la vida se hubiese producido ayer. Ahora vive en la Gran Vía madrileña recogiendo por el camino encuadres originales de Frank Sinatra y Ava Gadner de la histórica ganadería recreativa del Bar Museo Chicote. Ejerciendo la muy exquisita profesión de interiorista de espacios públicos, particulares y hoteles suntuosos. Su mesa de estudio donde trabaja fue comprada en el Mercado de las Pulgas de Paris desde cuyas traviesas cada día también mira, ahora con cierta melancolía, sus jóvenes años en aquella ciudad que abandonó en cuanto supo que había vida detrás de la vida.

Albacete, su ciudad, que ahora le acoge espléndidamente en el Centro Cultural de la Asunción evidencia sin tapujos las razones de su huida con una formidable muestra de tanta vida asomando con timidez su lógica nostalgia y donde aquel chico, El Rubio, reclama públicamente en la presentación, como tantos artistas albaceteños, la recuperación cuanto antes del Museo Municipal incomprensiblemente cerrado a las artes y las exposiciones. Buen detalle del hijo pródigo que como tantos aventureros de nuestra ciudad culminó su ambicioso proyecto con un final feliz.

Visitar su exposición estos días en la Asunción es recibir con los brazos abiertos a Agustín Martínez Gil, el Rubio, uno de los nuestros.