Maldito sea el negocio de la guerra

Madrid

Cuesta trabajo quitarse de la cabeza la guerra de Ucrania y el dolor de una población condenada a la catástrofe. Cuesta trabajo sentir otro asunto, aunque hoy sea 8 de marzo. Cuesta trabajo opinar, analizar, polemizar, matizar, escuchar opiniones, análisis, polémicas, matices que a veces vuelan demasiado alto, o bajo, o de manera torcida, o derecha, olvidándose de la vida de la gente, de la muerte de la gente, de las fronteras, la urgencia de sobrevivir, las ruinas y la sangre. Maldito sea el negocio de la guerra.

Hoy no tengo ideas, no, tengo un sentimiento profundo de rechazo a la invasión de Ucrania y a los discursos bélicos. Los cadáveres tienen un nombre, un padre, una madre, quizás un amor, quizás unos hijos. Yo tengo un sentimiento. No puedo ofrecer soluciones, sólo esta “oración”:

A vosotros, que cortáis la manzana de la muerte con el anonimato de una guerra, os pido caridad. Por un Dios en el que jamás he creído. Por una Justicia de la que desconfío. Por el orden de un mundo que no respeto. Para que renunciéis a vuestra guerra, yo renuncio a mis dudas, que son parte de mí como la luz amarga es parte del otoño. Y escribo dios, justicia, mundo, y os pido compasión, y os lo suplico.