Odesa: ¿quién osa asesinar a un mito?
Y el último suspiro de un bebé, cochecillo trepidante, indefenso y vulnerable, inocente y vulnerado. Este es el carrito maltrecho que defendemos ahora. No hay mejor causa
Odesa: ¿quién osa asesinar a un mito?
Barcelona
Nunca estuvimos ahí. Pero es nuestra casa, un viejo y conocido perfume. Sabemos cómo huele Odesa: a mar y ciudad. A ciudad griega y medieval, portuaria y obrera. Y burguesa. Sabemos sobre todo de su escalera, que eso es una ciudad, lo que te sube de la selva a la cultura. Al respeto al otro. Y sabemos que un mito como ese enclave bañado de Mar Negro, no puede ser en vano asesinado, destruido, enterrado, como si fuera una mera encrucijada geoestratégica. Un poste en el camino.
Conocemos cada uno de los 192 escalones que ascienden al ensanche, tan barcelonés, y bajan al puerto, tan lisboeta. Nos lo grabó un cineasta excepcional, Serguei Eisenstein. En aquella historia del acorazado Potemkin se cruzaban, como ahora, el implacable designio metálico de los uniformados con escopeta, ensayando la muerte como un crucigrama; con la liviandad civil y trémula de ciudadanos vestidos de blanco, pendiente abajo. Odesa fue ciudad mártir de casi 300.000 judíos. Y el último suspiro de un bebé, cochecillo trepidante, indefenso y vulnerable, inocente y vulnerado. Este es el carrito maltrecho que defendemos ahora. No hay mejor causa.
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas...