La botica de Bimenes

Asturias

Después de casi 75 años, mi familia abandona Martimporra, la capital de Bimenes, sus boticas. Antes y después de nacer, nosotros ya éramos de los valles de la falda oeste de Peñamayor, esa sierra en mitad de las Asturias montañosas que nos guían y confunden con tanta facilidad. Es una intrahistoria, por seguir al gran don Miguel de Unamuno, que en medio de la geografía y los bombardeos actuales quizá no diga nada. Pero uno se debe a su tierra, a sus hombres y a sus paisajes. Y no puedo callarme esto hoy. Mi maestro don Juan Cueto Alas hablaría de paisanajes. De ellos dijo mucho hace muchos años, allá cuando la Transición política del Postfranquismo en el pregón del Festival de la Sidra de Nava, otro de los lugares, territorios, acontecimientos muy enraizados en mi familia.

Mi hermano Alfredo Caso se despide en segunda generación —la primera es la de mi padre, don José María Caso Mayor, que llegó a finales de los cuarenta a Martimporra con los o el maquis todavía en Peñamayor y leyendo a Stephan Zweig en las largas tardes de invierno— de nuestros 75 años en Bimenes. Con él también lo hago yo y mi madre y mis hijos. Y se jubila con una efe mayúscula en la mano, además de un texto de esos hermosos y emocionantes como solo sabe escribirlos él para quienes fueron sus vecinos de los últimos, este julio hará 32 años, además de los de mi padre, que se nos fue sin decirnos nada aquella aciaga tarde de verano. La efe de Alfredo es la efe de fe en las farmacias, la que nos falta a muchos como yo para seguir creyendo que todo va a mejor o aproximado. Sin duda en Bimenes, en mitad de las Asturias misteriosas, enigmáticas, seguro que sí.