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'La gran evasión española', así fue la mayor fuga (fallida) de los presos republicanos en el Franquismo

El periodista Alejandro Torrús publica 'La gran evasión española', sobre la fuga de 795 presos del fuerte de San Cristóbal en plena Guerra Civil

El periodista Alejandro Torrús / cedida

El periodista Alejandro Torrús

Detrás de toda prisión franquista había una red de mujeres detrás. Es una de las premisas que descubre La gran evasión española, un libro escrito por el periodista Alejandro Torrús y publicado por Sine que non. Torrús se ha dedicado durante años a contar la Memoria Democrática en nuestro país y a rescatar historias que han caído en el olvido y que habla de una resistencia republicana frente al fascismo durante la Guerra Civil. En este libro, que evita ser un ensaño histórico, se acerca a un hecho poco conocido, una de las mayores fugas europeas de una prisión. Ocurrió en 1938, en el Fuerte de San Cristóbal en Navarra, en plena contienda.

Alrededor de 2.500 hombres se amontonaban en las brigadas del penal. Entre los reclusos había presos políticos y prisioneros de guerra que vivían en condiciones infrahumanas y bajo permanente amenaza de tortura o ejecución. El hambre fue el detonante de una fuga que enroló a 795 presos. Solo tres lograron llegar a la frontera y salir vivos de aquel horror. Esta gran evasión republicana no fue una fuga improvisada y provocó un enorme impacto en las autoridades franquistas que vio hundido su honor, de alguna manera.

La gran evasión española es un relato global, que cuenta esa espectacular fuga, la masacre, la recuperación en nuestros días de los cuerpos de los fusilados y también la vida dentro de las prisiones y la resistencia de esas mujeres fuera. El autor ya advierte en la introducción al lector que no sostiene un libro de historia, sino uno de "vidas humanas", un ejercicio de divulgación ue narra las memorias de los prisioneros y sus familias, así como el esfuerzo de estas últimas por desenterrar los cuerpos de los ejecutados como conejos en medio del monte y arrojados a fosas comunes.

Has trabajado bastante tiempo con temas de Memoria Democrática y has elegido esta fuga de presos, una de las mayores de Europa para analizar en este libro, ¿por qué te centraste en ella?

La gran fuga del fuerte de San Cristóbal es un acontecimiento que sucedió durante la Guerra y que llevaba siguiendo en mi trabajo periodístico en 2013 cuando tuve conocimiento de la fuga y de las labores del gobierno de Navarra por exhumar a las víctimas. Me parecía que era un acontecimiento que retrata a la perfección el olvido que ha sufrido la Guerra Civil española. En un acontecimiento tan apasionante como la toma de un fuerte, la salida de 795 prisioneros en una búsqueda épica de la frontera a la que finalmente llegan tres, nos permite comprobar que no sabemos nada del pasado. Ni siquiera aquello que se ha podido vender de manera comercial, se ha conseguido dar a conocer y ya menos sacar orgullo de la lucha de unos republicanos por la libertad.

¿Por qué las fugas de presos son de los episodios de los que menos se conoce?

Hay un dato curioso, las víctimas del franquismo que sufrieron cárcel y represión, y se ve a lo largo de muchas de las biografías, es que al salir no querían hablar de lo que habían vivido. Querían guardar silencio. Se juntan dos censuras. Por un lado, la censura franquista que obviamente no quería airear las vergüenzas de la retaguardia de la España franquista, como que un grupo de presos republicanos protagonizara una fuga en uno de los fuertes más seguros del país, con la censura de las víctimas de no querer revivir el tormento y el dolor y no heredar a sus hijos todo ese dolor que tenían dentro. Está el caso de una de las tres personas que consiguen llegar a la frontera, que consigue rehacer su vida en México y que no le cuenta nunca a su hija lo que ha sido. Es la hija la que después viendo documentos descubre todo. Se juntan esas dos cosas, censura de la dictadura con la autocensura de la víctima, que trata de encerrar el dolor en un solo corazón y que la herida no atraviese a toda la familia.

Dices en la introducción que esto no es un libro de historia sino de vidas humanas, ¿hasta qué punto hemos olvidado, al hablar de memoria, el potencial político de lo íntimo?

Para mí es una obsesión. Cada vez que abordo una historia que tiene que ver con la Guerra Civil, con la dictadura, con la represión, no reducir el relato al número de cuerpos exhumados, porque es una manera de borrar de la historia los nombres de estas personas y sus vidas. Cada uno de los cuerpos que tenemos en cunetas tiene una biografía, tiene unos padres, unos hijos y unos motivos por los que acabaron en las cunetas. No contar esos motivos era darle la victoria al régimen franquista incluso en la exhumación de los cuerpos. Al escribir esta fuga, el reto era ese también. Los número pueden hacer chiquititos a los protagonistas que participaron, pero era recuperar su nombres, el de sus padres, su historia de lucha, su historia de vida, de militancia. Eso es una tarea que todavía tenemos que hacer como sociedad democrática, el conocer los motivos por los que miles de españoles sufrieron represión y muerte.

¿Ha sido complejo llegar a la documentación, a los testimonios?

Había libros y trabajos de investigación maravillosos, que ya habían hecho grandes libros de investigación. Cada uno de ellos centrados en una parte del proceso, la fuga, la parte previa o la función de las mujeres. Por eso mi objetivo era hacer un relato de relatos, aunar todo eso y en un libro que no fuera de ensayo o memoria, sino en un lenguaje que fuera interesante para el gran público. Intentar llegar al lector o lectora que no iría a una librería a comprar un libro de la Guerra Civil.

Una de las cosas que más llama la atención del relato es que gran número de presos que no quiso huir, que no se sumó a la fuga...

Tenemos que tener en cuenta que la fuga no está organizada ni por 795 presos ni por los 12 que había. Las autoridades franquistas señalan que son 30 los presos que están dentro de la organización de la fuga. Hay otras investigaciones que cifran en 50. Sigue siendo un número muy pequeño. El resto de los presos no sabían qué pasaba, oían ruidos, pero nada más. Hasta que se da el grito de “¡Las puertas están abiertas el que quiera salir que salga!” Ante ese grito hay muchos presos que quieren salir fuera para ver qué está pasando, si es que ha terminado la guerra, si se los llevan o qué. Muchos salen y ven el caos, muchos gritando que hay que ir a Francia, y en ese momento deben decidir. O irse al monte a buscar la frontera que no saben dónde se ubica, o quedarse a esperar que acabe su condena. Hubo presos que pensaron que la supervivencia era más fácil saliendo de ese fuerte y otros, de forma igual de legítima que el resto, que pensaron que la mejor manera de sobrevivir y volver con sus familias era quedarse dentro.

Hablas del hambre como la gran arma de Franco para ganar la guerra, como el motor de esta fuga del Fuerte de San Cristóbal, ¿fue también el hambre lo que aplacó la resistencia?

La idea que subyace es que el hambre fue el gas de las cárceles de Franco. El gas lo utilizó Hitler contra los judíos y el hambre Franco contra la población española. En los testimonios de los supervivientes hablaban de que en una semana a lo mejor habían comido doce o trece garbanzos. Cuando masticaban hablaban de cómo los insectos crujían en la boca porque ya llegaba todo en mal estado. Había días y días de privación de agua y solo bebían las gotas de agua de humedad del penal. Hablaban de muertos que se quedaban días y días allí hasta que podían sacarlos. Estar preso en el fuerte de San Cristóbal era un lento camino hacia la muerte por la situación de higiene y malos tratos. Este hambre que la inmensa mayoría cita como motivo para salir de allí se trasladó al resto de la población en una durísima posguerra y también a toda la sociedad.

Algo que de alguna manera sigue vigente hoy...

Todos nuestros abuelos, bisabuelos o padres nos han recordado el abuelo que se pasaba. Incluso cuando ha habido quejas sobre condiciones laborales o salarios, ese abuelo siempre decía que no había que quejarse con el hambre que se pasó en la guerra. Ese hambre también fue anestesia durante una dictadura terrible donde no se quería volver a atrás. Era una eterna huida hacia adelante porque lo que había atrás era represión, violencia y hambre.

Otro dato curioso es la cantidad de presos anarquistas que están encerrados como presos comunes

Es importante tener en cuenta que cuando el frente Popular gana las elecciones en el 36 lo hace con una promesa de Amnistía de aquellos presos que tenían condena por los intentos de revolución del 34. Quién quedaba preso entonces, pues aquellos que habían hecho robos, secuestros, asaltos. Eran los anarquistas, por su manera de entender la acción sindical y política, quiénes los hacían. Las autoridades republicanas les dieron la amnistía. Son presos que pasan todo ese tiempo en prisión. De hecho, este penal, en el año 34 recibe muchos anarquistas.

Detrás de toda cárcel franquista hay una red de mujeres, señalas en el libro, ¿quizá se ha valorado poco el trabajo de las mujeres en la resistencia?

La red de mujeres acreedor del fuerte de San Cristóbal está investigada por Amaia Kowasch, que es una investigadora navarra. Lo que muestra es que en cualquier centro de represión franquista cualquier preso no estaba solo. Jamás. Ya fuera por ideas políticas o por familia, había alrededor de la cárcel una red de mujeres dispuesta a organizarse y llevar alimentos, prendas de ropa, libros para meterlos en prisión. Cuando uno investiga un caso concreto, sucede esto. Sucede en todas partes. Que nos hayamos olvidado de esta parte de la resistencia y la represión, porque muchas de las mujeres eran amenazas, expulsadas del pueblo o del mercado, significa que hasta en el intento de memoria democrática hemos pecado de una memoria patriarcal. Yo me he encontrado con ejemplos de una familia que me contaba toda la historia de su abuelo en el fuerte y luego mostrarle una foto de la abuela y que me dijera que no sabía quién era. Muestra que hemos tratado al varón como un héroe porque estaba en prisión y a la mujer, probablemente la artífice de que él saliera de la cárcel, la hemos olvidado. Tenemos que recuperar la memoria de todos y todas.

Leyendo La gran evasión española es imposible no pensar en que es un hecho muy cinematográfico, ¿por qué crees que el cine español no se ha fijado tanto en este tipo de acontecimientos de nuestra historia?

Es una pregunta complicada porque por un lado está el tópico de una película más de la guerra civil, pero no son tantas y eso se demuestra en el nivel de desconocimiento que hay sobre este acontecimiento bélico. En líneas generales, cuando se ha tratado en la pantalla, hemos vivido una revictimización de las víctimas y una exaltación del sinsentido de la guerra y pocas veces se ha puesto el foco en los motivos por los que esos hombres y mujeres eran reprimidos. Eso lo vemos también en el relato de las familias. Una de las frases que más me he encontrado es que digan que a su abuelo, su padre, su marido lo mataron por nada. Luego preguntabas y era profesor, estaba en el sindicato, era activista. Eso no es hacer nada. Eso es hacer mucho y lo mataron por eso. No es que lo mataran por que eran muy malos, era una lucha de ideas, de poder y por el modelo de país que se buscaba. Es importante reivindicar esas ideas que llevaron a la muerte a miles de ciudadanos.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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