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La puerta de salida de las FARC

Güérima se convirtió en combatiente de las FARC cuando era un adolescente. Arrepentido, cuenta su historia para aportar al proceso de paz

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Güérima se interesó en las FARC con catorce años, se preparó políticamente hasta que con dieciséis entró en la guerrilla.

De origen campesino, cuenta que se vio atraído por la guerrilla porque eran ellos quienes ejercían el control en la zona donde vivía con su familia. “La guerrilla o el Partido Comunista nos orientaban. En este entonces existían unas escuelas del partido donde a los chiquitos nos llevaban a jugar, a compartir, se llamaban los pioneros y ahí comienza uno a relacionarse con el partido y luego empieza a ver a los chicos armados”.

Pero no fue ese el único motivo de su interés en la organización. Güérima (un seudónimo que significa árbol sagrado), culpa al abandono del Estado de las zonas campesinas, la falta de oportunidades de estudiar o tener una auténtica niñez. A esto se suma una situación económica difícil.

“Cuando el estado le niega a uno sus derechos, le niega lo que le pertenece como ciudadano y uno mira en alguna fuerza, en alguna organización, una bandera de lucha que se empuña, le llama la atención y a veces toma ese camino porque es la única alternativa”, explica.

Como él, muchos otros jóvenes cayeron en el mismo camino “por las necesidades que viven en un país tan desigual como es Colombia”. Sin defender la violencia, dice, muchas veces la gente busca la forma de luchar contra la política del Estado.

De la guerra degradante, sin embargo, asegura estar arrepentido. “Uno de los errores que estratégicos y tácticos que cometió las FARC fue el secuestro”, reconoce, ya que tras cada persona privada de libertad por dinero “está su familia y toda una nación que está viendo el dolor que se sufre”. Además, piensa en el sufrimiento de los civiles que se han visto afectados por las operaciones militares de la guerrilla y pide perdón por el dolor que han causado.

Hablar para alcanzar la paz

Güérima asegura que no le es difícil pedir perdón “cuando se hace de corazón”. “Si queremos aportarle a la paz y que se abra la brecha del perdón y la reconciliación, tenemos que hablar todos”, añade.

El exguerrillero cuenta que no dejan de contar compañeros asesinados. “Pareciera que no hubiéramos firmado un pacto de paz sino una sentencia de muerte”, lamenta.

La situación en Colombia dista todavía mucho de la paz. Un contexto que explora el documental “Del otro lado”, de Iván Guarnizo, que narra el secuestro de la madre del director en el que Güérima participó. El proyecto se gestó durante el secuestro de Beatriz, 600 días en los que la mujer y el exguerrillero entablaron una relación “muy cercana”, y tras el proceso de paz la familia se puso en contacto con Güérima.

Tras todo ese proceso, el joven agradece la emoción y el aprendizaje. “Sé que a partir de la película he aprendido a ser una mejor persona”, dice. Y se emociona al recordar el abrazo de los familiares de la mujer secuestrada cuando vieron el documental.

Pero tras seis décadas de conflicto interno en Colombia, hay gente que se empeña en mantener la violencia. Güérima está en régimen de protección por sufrir amenazas. Teme que lo maten en cualquier momento, pero, asegura, “si es el precio que hay que pagar para aportarle a la paz, hay que hacerlo”.