Sucumbir a la nostalgia tiene cierto peligro
Que la memoria les juegue una mala pasada es la forma más benigna de entender sus reparos a armar a un pueblo ucraniano

Miguel Sánchez-Romero: 'Sucumbir a la nostalgia tiene cierto peligro'
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Madrid
Sucumbir a la nostalgia tiene cierto peligro. Si eres modisto y se te va la mano, provocas una hecatombe como que vuelvan las hombreras. Si eres un tirano como Putin y sientes morriña de un pasado imperial, invades Ucrania, lo cual pone lo de las hombreras en su justa perspectiva.
Putin es, además, un nostálgico de sí mismo. No hay más que ver el efecto del bótox en su cara para entender que está empeñado en volver a una versión anterior de su persona. No parece que vaya a tener éxito, pero tal vez la comunidad internacional esté desaprovechando esa debilidad estratégica: creo que lo que de verdad haría daño a Putin es un embargo de bótox.
De hecho, no es descartable que el bótox esté en el origen de su pulsión invasora. Cualquier prospecto lo advierte claramente en sus efectos secundarios: “Si tiene usted antecedentes como dictador o ha padecido veleidades despóticas, puede darse el caso de que además de eliminar de su rostro las líneas de expresión, sienta el deseo de eliminar del mapa la línea fronteriza de un país vecino. Si nota estos síntomas, abandone inmediatamente el tratamiento.”
Otro tipo de nostalgia es la de los yonquis del activismo. Añorando, tal vez, la masiva movilización del “no a la guerra”, quieren hacernos creer que en esta ocasión se trata de lo mismo. Que la memoria les juegue una mala pasada es la forma más benigna de entender sus reparos a armar a un pueblo que, pese a sus prácticamente nulas posibilidades de victoria, ha decidido resistir. ¿Qué diría el Che Guevara, al que aún tienen como icono y referente, si levantara la cabeza? Nunca lo sabremos sin la ayuda de un ventrílocuo, pero si alguno se atreviera a intentarlo sería algo así como “que no, que no, que no me representan”.




