Lucía Lijtmaer: ''Tenemos la idea de que, si no logras el amor de pareja, eres defectuosa"
La escritora y periodista publica 'Cauterio' una novela que indaga en las relaciones tóxicas en distintas épocas
La escritora Lucía Lijtmaer ha decidido contar qué nos pasa cuando sucumbimos a un amor tóxico, a una relación de amor romántico que se acaba. Lo hace en Cauterio, novela publicada en Anagrama. En ella habla de dos historias, la de una mujer inglesa del siglo XVII que deja Inglaterra para ir las colonias, y otra contemporánea, que viaja de Barcelona a Madrid tras ser abandonada por su pareja. La autora trata la huida del dolor como forma de supervivencia y la rebelión ante los roles de géneros a través de esas dos voces femeninas de diferentes momentos de la historia.
En Cauterio retratas las consecuencias del amor romántico en las mujeres en varias generaciones, ¿en esto no hemos cambiado nada?
La verdad es que, al tratarse de una novela o un ensayo, no pretendo sentar cátedra sobre nada ni hacer una gran teoría universal. Lo que sí me parece es que estos dos personajes en estas dos historias en algún momento se ven atrapadas por la idea del amor. Una es un personaje del siglo XVII que se casa y enseguida se da cuenta de que es por conveniencia. El otro es un personaje que vive en pareja y que acaba muy mal. Eso tienen en común y me interesaba contar qué pasa después del amo. Quién eres cuando no funciona y qué te pasa a ti.
Está esa idea de que el amor es lo más importante, lo que mueve el mundo, lo puede acabar incluso con una guerra, como dice la antropóloga Mariluz Esteban, ¿es en realidad una trampa para las mujeres?
Es un tipo de amor, porque en el fondo hay muchos tipos de amor y eso es lo que quería contar. Nos centramos muchas veces en el amor de pareja como el único posible, cuando las amistades que tenemos en la adolescencia o la veintena son más importantes para nosotros que la pareja. ¿Por qué de repente entras en una cierta edad y parece que tu camino tiene que ir hacía el mismo lado? Me interesaba tratar eso y qué posibilidades hay más allá, optimistas, del amor de pareja, aunque me parece muy bien la gente que está en pareja, yo lo estoy y soy muy feliz. Era más contar cómo el relato del amor nos atrapa.
¿Hay autoengaño?
El amor es un ideal y como ideal es algo a lo que se aspira pero que es difícil cumplir. Tenemos esta idea, que viene de siglos atrás, de que el amor de pareja te completa. Entonces, si no lo logras, eres defectuosa de alguna manera. Hay un capítulo en la novela en el cual el personaje contemporáneo se mete en tiendas de ropa de una cadena, de Zara, porque es adicta al ambientado de Zara, pero no por que sí, sino por que la transporta a un mundo que es lo que ella desea, a un ideal de perfección, de un marido guapo, de viajes a la Toscana.
¿Cómo llegas al personaje de Deborah Moody?
Llegué a través de otro personaje real. Ambas son reales, son dos historias que se cruzan, una contemporánea y otra en el siglo XVII, una época que siempre me ha interesado mucho, de los colonos que van de Inglaterra, lo dejan todo y se asientan allí en Massachussets. Hay un personaje muy conocido que sale en la novela que es Anne Hutchinson, que fue expulsada de su congregación por querer una práctica más cercana al libre albedrío. Esa historia tiene un punto muy trágico que no quería, porque me da la sensación de que al lado de las historias de mujeres siempre hay iconos muy trágicos. Descubrí que coincidió en el tiempo con otra mujer, Deborah Moody, que salió también de Inglaterra, pero que se fue muda con 56 años. Me sorprendió porque en esa época era mayor para hacer eso. Creó su propia comunidad religiosa y además trazó el primer mapa de la ciudad y fue considerada la más peligrosa del mundo.
En el fondo, la novela son dos narraciones, dos monólogos de dos mujeres en primera persona. Una le está hablando a Dios porque está enterrada en el más allá. La otra le está hablando a su pareja. En el fondo se trataba de dos cuerpos disidentes, dos mujeres disidentes por razones muy distintas que se ven atrapadas en dos sociedades diferentes, pero donde no encajan.
En el personaje contemporáneo hay algo muy interesante que es el machismo en un entorno progre o de izquierdas, ¿ha sido más fácil acercarse a ese microcosmos?
Es más fácil escribir sobre lo que una conoce mejor. Para escribir sobre el siglo XVII tuve que estudiar mucho y, por supuesto, me es más cercana la Barcelona que yo conozco y la gente que ha transitado los ambientes que he transitado yo. No sé por qué nos sorprende tanto que esas prácticas existan en la realidad viniendo de hombres de izquierdas cuando vienen de todas partes. Hubiera sido fácil hacerlo con una mujer atrapada con un hombre machista de extrema derecha, pero eso no es lo que conozco. También quería hablar mucho de la ciudad como un espacio turistificado, que es algo que hemos sufrido también.
Ese personaje además huye de Barcelona a Madrid, casi como tú
Coincide la llegada de este persona con mi llegada a Madrid, pese a que yo no soy ese personaje, no es una autoficción. Ella huye a Madrid porque ha hecho algo que implica que se tiene que esconder. Para ello se encierra en un edificio de oficinas de cristal, que era lo más parecido a la idea de una mosca encerrada en un frasco, que no puede salir y se da con el cristal. Ese es su estado vital hasta que encuentra una salida que es la venganza.
¿Es la venganza una manera de sanción?
La venganza me parece un espacio de sanción para ambos personajes. En el caso de Deborah ella logra una cierta venganza que le genera culpa, pero la salva. El otro personaje puede escapar y reconstruirse a través de una venganza. Por eso se llama Cauterio el libro, porque el cauterio es el instrumento con el que sanas las heridas.
Son personajes que no son ni triunfadoras ni grandes perdedoras, ¿es hora de que la literatura refleje también personajes de mujeres más contrastados?
No sé de qué es hora, pero sí sé que no quería escribir sobre gente perfecta. Los personajes, cuando escribes, necesitas que tengan aristas, contradicciones que no sean buenas personas. Ambas tienen muchos defectos, son cobardes, contradictoria, tienen envidia, celos, ambición y deseo. Creo que son los mejores personajes. No creo en la construcción de ideales arquetípicos para hablar de las mujeres, porque no somos así. Somos personas con defectos y problemas, por eso quería que fueran malas y aterradoras en algún caso, porque también la gente es aterradora.
Dices que te ha influido mucho Mercè Rodoreda, ¿qué hay de ella en esta novela?
El personaje de Deborah tiene algo de varios cuentos de Mercçè Rodoreda. Primero en la idea de una voz femenina que no quiera pedir perdón. Es algo bastante interesante de la obra de Rodoreda, no son personajes buenos, salvo el caso de la Colometa. En Espejo roto o Antes de morir, que son dos obras capitales, tienen personajes que son duros porque han sido manipulados y buscan salida a partir de haberse endurecido. Eso lo logra mi personaje. Toda la escena del casamiento bebió mucho de esa idea aterradora de que cuando la gente es muy rica no sabe si se están casando con ellos por dinero o porque realmente les aman.
Has escrito ensayos, artículos en prensa, y tienes un podcast multipremiado con Isa Calderón, un podcast que ademas de feminista y divertido es una divulgación constante de literatura, ¿va la novela en esa dirección?
Yo me considero una mujer feminista. Estamos en tiempos complicados y eso forma parte de mi socialización, de lo que hago y lo que me interesa. Aún así, yo he escrito una ficción y me es muy difícil categorizarla, porque parte de algo muy íntimo.Yo no escribo ficción como escribo ensayo, con una voluntad más allá de adentrarme en una historia que a mí me obsesiona y que me ha llevado años escribir y que me interesa contarlo desde lo emocional. Claro que me posiciono como feminista, pero creo que en la ficción es algo que el lector tiene que decir. Sí sé que el feminismo es importante para mí en mi día a día, en mi trabajo, en mi vida social.
¿Cómo has escrito la novela? ¿Las dos historias en paralelo o una después de otra?
Tenía muy calara la imagen de Deborah enterrada, contando la historia desde el más allá. Como ella había hecho el primer trazado de la ciudad que fundó, se me venía la necesidad de hablar de las calles que yo conozco que son las de Barcelona. Ahí surgían voces y experiencias que he vivido o de amigas que me han contado. Fue importante empezar por Barcelona, me resultó muy grato. Y luego escribir la parte del siglo XVII, siempre en la misma hora, muy temprano y en calma, para no verme contaminada del día a día. Sin darme cuenta había trenzado los capítulos.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...