Destruir Ucrania no es tan fácil

Barcelona

Putin no solo intenta conquistar. Destruye y devasta. Estilo Atila: no dejar crecer la hierba. Lo ensayó en la guerra de Siria, apoyando al dictador local, Al-Assad. Bombardeaba. Vaciaba ciudades con corredores humanitarios. Y cuando solo quedaban los resistentes, los volvía a bombardear, desde el aire. Hasta el exterminio.

Igual acaba lográndolo otra vez. Pero en Ucrania pasan cosas que no pasaban en Siria. Sobre todo en el aspecto político, que es básico en una guerra: porque las guerras no se ganan solo con armas. Los tres millones de refugiados son embajadores de la causa ucrania en Europa. Las democracias occidentales se han plantado. Los disidentes rusos tendrán un eco limitado desde la cárcel, pero ya son muchos miles, y van sumando. Los oligarcas amigos del autócrata están a punto de pasarlo mal. Pese a las reservas acumuladas, la economía se resiente de las sanciones: el rublo no vale ya casi nada, los impagos acechan. Y sobre todo, soldados y milicianos de la resistencia parecen de acero. Y tienen los nervios de acero. Exterminarles quizá será posible. Pero llevamos veinte días. Y no está resultando tan fácil.