Una guerra de desgaste
Pareció que empezaba como una guerra relámpago, llegar, matar y ocupar. Hay indicios de que esa era la voluntad: los tanquistas de Putin llevaban 'tuperwares' para tres o cuatro días. No funcionó
Barcelona
La guerra nunca es divertida. Es angustiosa, trepidante, tediosa, insufrible, angustiante. Y esta guerra agresiva ¿de qué tipo es? Pareció que empezaba como una guerra relámpago, llegar, matar y ocupar. Hay indicios de que esa era la voluntad: los tanquistas de Putin llevaban 'tuperwares' para tres o cuatro días. No funcionó.
Luego algunos creyeron que resucitaba la “drole de guerre”: la guerra de broma, falsa o ilusoria, de empate, parecida a la que sucedió a mitad de la primera guerra mundial, de 1914 a 1918. Nadie ganaba. Nadie acababa de perder. Todos estaban semiparalizados. Pero la cantidad de bombas y destrozos lo desmienten, esta sigue siendo una agresión de verdad. Mortífera.
Esos conceptos siguen la óptica del agresor. Desde el punto de vista del invadido, quizá estamos más bien ante una guerra “de desgaste”, como la define el general Claudio Graziano, presidente del Comité Militar de la UE. Los rusos han cosechado muchas más bajas de lo esperado. Los ucranianos muestran “una capacidad de lucha impredecible”. “Se puede decir incluso que están tratando de evitar entrar en las ciudades y ahora ejecutan una guerra de desgaste, tratan de ganar tiempo”, añade. “El ejército ruso no es tan fuerte como para lanzar una ofensiva, ni está tan bien equipado, ni tan bien desarrollado tecnológicamente”. Desgaste. Traducido, e incluso recortado, por su deber de ser optimista: esto no es ni será coser y cantar. Precisamente por ello se habla de negociación, incluso aunque sea con intención tramposa.
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...
