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Carla Simón: "Si quiero hablar de algo político, lo hago desde lo íntimo"

La directora catalana emociona en el Festival de Málaga con su visión humanista de la tierra, la agricultura, la familia y las tradiciones en la primera proyección en España de la película ganadora del Oso de Oro en Berlín

La directora de cine Carla Simón posa durante la presentación del largometraje 'Alcarrás' en el Festival de Cine de Málaga. EFE/Daniel Pérez / Daniel Pérez (EFE)

La directora de cine Carla Simón posa durante la presentación del largometraje 'Alcarrás' en el Festival de Cine de Málaga. EFE/Daniel Pérez

Málaga

No puede entenderse la historia de España sin entender la relación con la tierra. Tampoco se explica el momento presente sin mirar ahí. La tierra siempre ha estado en todo conflicto, el territorial, el económico, el social y el político. Es en el plano más íntimo, más humano, en la desmembración de una familia donde sitúa su historia la directora catalana Carla Simón en Alcarràs, la película que logró la hazaña histórica de ganar el Oso de Oro en Berlín.

Carla Simón acude a lo más íntimo de todo, la relación familiar rota por este neocapitalismo salvaje que ha invadido hasta la más remota comarca de Lleida, en el pueblo de Alcarràs. De lo personal construye un relato universal y político, que habla de cómo trabajar la tierra, de cómo salir adelante, de cómo enfrentar un tiempo convulso como el que vivimos y de cómo relacionarnos con la comida, con la naturaleza, con los demás. Y es que en esta película milagro, con actores no profesionales, la tierra explica todo lo que nos pasa.

¿Has digerido ya todo lo que está pasando con ‘Alcarràs’? El Oso de Oro en Berlín, ahora una ovación en Málaga, ¿cómo están siendo estas semanas?

Cuando llegué, me costó unas semanas asimilarlo. Me levantaba y me preguntaba, ¿ha pasado esto de verdad? ¿Está ahí el Oso de Oro o no? Estamos muy felices, es muy fuerte. Ahora tenemos muchas ganas de compartir la película, como la pospusimos un año por la pandemia, siento que es algo que se ha hecho esperar para nosotros y para la gente, se llevaba hablando de este proyecto mucho tiempo.

En esta película vuelves a partir de algo personal para crear una historia, ¿cuál es tu conexión con ‘Alcarràs’?

Mi conexión es que mis tíos cultivan melocotones en ‘Alcarràs’ y aún lo hacen. Entonces la idea surgió cuando murió mi abuelo, de repente pones en valor su legado, te hace reflexionar un poco, pensar en qué pasará cuando esto ya no esté. Mirando un poco alrededor, hay mucha gente que está dejando la tierra ahora porque esta manera de cultivar en familia, la práctica más antigua de la humanidad, cada vez es menos sostenible. Me plantee si esto le podría pasar a mis tíos, hay una falta de relevo generación, no por vocación sino por falta de oportunidades, y por eso era una historia que me tocaba mucho de cerca pero a la vez veía que era una historia de una zona en general. Es una cosa que además pasa a muchos niveles, que los pequeños desaparecen.

Partes de esa experiencia directa pero cuando haces la inmersión total que acostumbras en tu cine, ¿corroboras ese pesimismo o desesperanza con ese modelo de agricultura?

Sí, de hecho, nosotros teníamos un final feliz y yo quería que fuera feliz porque mi familia sigue cultivando melocotones. Pero a medida que íbamos desarrollando la película, para mí hubo un momento fundamental. Fuimos a una manifestación a buscar al personaje de Quimet y me di cuenta de que eran muchos pero no eran tantos, ahí te das cuentas de que mucha gente lo ha ido dejando. Muchos incluso ya los habíamos visto para el casting, no había tanta gente nueva para ver. Para mí fue muy revelador, esta manera de hacer este oficio está en peligro. Digo esta manera porque la agricultura va a seguir, la necesitamos, pero será de otra forma. Aquí hablamos de la manera en que se cuida la tierra porque la tienes que dejar a tu hijo y luego a tu nieto, eso ya va a se más difícil. De ahí surge el pesimismo. Un discurso optimista no existe hoy a menos que cambie algo, que regulen algo. Quimet me decía, han regulado el precio de las mascarillas, se podría regular un kilo de melocotones. Pues no lo sé.

Da la sensación de que el modo de vida neocapitalista invade las esferas de lo íntimo y casi puede romper la propia familia

Si quiero hablar de algo político lo hago desde lo íntimo. Siempre es así, lo político nos afecta a un nivel muy muy profundo. En ese sentido, si escuchas hablar a los agricultores de economía, flipas, hablan muy bien porque les afecta muy directamente. Me siento muy cómoda siempre retratando la cotidianidad, las relaciones entre la familia, entonces tenía que hacer ver que esto no era solo su historia.

En ese retrato de lo político desde lo íntimo abarcas muchas cosas, desde las mujeres del campo a los temporeros o la propia forma de crianza de los niños en los pueblos, ¿todo esos modelos están en riesgo?

Hay cosas que están en riesgo y hay cosas que mejor que evolucionen, como es el tema de las mujeres. Nosotros hemos retratado un tipo de mujer que existe mucho aún hoy en día ahí, por ejemplo, donde los canguros a los niños están mal vistos directamente. Eres mala madre si tienes un canguro. Veo que vamos avanzando pero hay sitios donde se avanza más rápido que en otros, en este sentido, ojalá cambia y si puede ser más rápido mejor. No soy optimista con el mensaje de la peli en relación a la agricultura, pero sí en relación a la familia. Evidentemente hay valores familiares ahora en peligro pero, bueno, en el país en el que vivimos la familia es la familia y eso no se destruye fácilmente. Aún somos muy conscientes, y más después de la pandemia, de la familia como refugio, de ser uno mismo, de cuidarnos… que son los que están pase lo que pase.

Hay una generación de directoras que hacen esto, con un estilo más similar o diferente al tuyo, pero también hay un hilo en esta película con la literatura catalana centrada en la tierra.

Hay una escritora, Mercé Ibarz, que tiene un libro que se llama ‘Tríptico de la tierra’ que habla sobre esta zona de una manera espectacular. Yo no lo conocía y lo leí justo cuando estábamos cerrando el guion y me pareció un alma gemela de la película. Luego está Irene Solà con ‘Canto yo y la montaña baila’, yo creo que está surgiendo una literatura de escritoras, en Galicia por ejemplo, centradas en el mundo rural. No las conozco a todas, pero tengo la impresión de que nos apetece hablar de eso

Y el hecho de que los códigos de la posguerra no funcionen ya, ¿es también una declaración?

Hay algo interesante cuando planteas un conflicto en una película que no sea blanco o negro. La vida no es blanca o negra. Era muy interesante que el señor que es teóricamente el malo pues sea un señor que quiere poner placas solares, que vale que tengan su controversia, pero al final las necesitamos. No está tan mal lo que quiere hacer, que es cambiar árboles por placas solares, por la energía renovable que es el futuro. Y por otra parte que lo puedas entender también, mi abuelo, tatarabuelo, hizo un trato con vosotros durante la Guerra Civil pero eso hasta cuándo dura. Sin duda, las maneras de hacer tratos han cambiado pero se pueden entender todas las partes.

Festival de Málaga | Entrevista a Carla Simón por 'Alcarràs'

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En cuanto a la manera de planificar la película, hay unos planos que indican lo que va a pasar, luego pegas la cámara a los personajes… ¿cómo ha sido diseñarlo todo?

Era muy importante no idealizar el campo y el trabajo. Muchas veces esto se idealiza con la cámara, con cómo se trata, la luz que se usa, de a qué hora del día lo grabas… Había una necesidad obvia de estar a favor de los actores y por lo tanto priorizarlos frente a la luz u otro factores del rodaje. Eso por un lado, pero aparte, como punto de partida, queríamos contar la película desde dentro y ellos esta luz y este paisaje los ven todos los días, entonces no es tan especial. La poética tenía que venir de otro lado, no tanto por vamos a hacer fotos bonitas de ese paisaje, sino por cosas que pasan por los personajes.

El desarrollo del guion en una película con tantas capas, con tanto equilibrio de personajes, ¿cómo ha sido? Luego tú no le das el guion a los personajes, ¿es un proceso ingrato o lo disfrutas?

Yo lo disfruto, pero es cierto que este fue particularmente complejo. Por suerte lo escribí con Arnau Vilaró, él es un amigo mío y es de un pueblo cercano al mío que se llama Bellvís, también viene de una familia de agricultores. En ese sentido fue muy guay porque bebíamos de las experiencias de su familia, de la mía, de lo que conocíamos de la zona… Era un punto de partida en el que no estaba sola con este imaginario. El hecho de crear un relato coral te enfrenta a equilibrios y desequilibrios todo el rato, nos sentíamos muy superados, era como un puzzle y de repente te dabas cuentas de que esto afectaba a esto y tenías que volver a cambiarlo. Estuvimos trabajando por estructuras, pero sí cambiábamos algo en un lado, luego había que cambiar otras tres escenas en el otro. Fue un proceso de reescritura, reeescritura y reescritura para luego llegar al rodaje

Y no enseñárselo a los actores

- Risas- No, lo leímos solo una vez pero lo seguimos mucho, ellos no se dan cuenta pero lo seguimos bastante a rajatabla salvo algunas cosas que no son iguales en la manera de expresarse. Para mí hay una parte crucial que es el montaje. Pensaba que con un guion tan medido no íbamos a poder probar muchas cosas, pero luego te das cuenta que es mentira. En montaje siempre puedes reescribir. Hay nuevas conexiones que hemos encontrado después en montaje que creo que han hecho que otras cosas sean más potentes o también limpiar mucho. La primera versión de la película eran casi cuatro horas, vas puliendo y quitando las cosas que te desconectan o no aportan tanto y se crearon ciertas relaciones nuevas. Pero siempre se mantiene la idea de relevo, un personaje se lo pasa a otro, y la familia se mueve como un único cuerpo emocional.

Es una película milagro, por el tipo de película, el tiempo de producción, los medios, porque es un cine medio que no existe, porque gana fuera sin ser Almodóvar… ¿tienes la sensación de romper techos? No solo por el hecho de ser mujer, sino por todo lo anterior

El hecho de ser mujer ha sido increíble en ese sentido, pero para mí se trata de poder demostrar que es posible. Y no solo con ‘Alcarràs’, también con la película de Isaki Lacuesta que estaba en competición en Berlín ¿Por qué pasa esto en un año? Pues porque no es casualidad que las dos sean coproducciones y cuenten con más dinero del que estamos acostumbrados a trabajar aquí. En el caso de Isaki, pudo tener a esos actores maravillosos que de otra manera no hubiera podido y en nuestro caso, tuvimos la preparación y el tiempo que necesitábamos para hacer esta peli. Esto no pasa con otro presupuesto. A ver si nos lo creemos un poco más, que cuando se invierte en cultura y en cine especialmente, hay resultados. El cine es algo que nos exporta mucho, hace que el mundo nos vea. Yo muchas veces pienso en las cosas que sé de Francia o de EEUU, más de la que debería, o de Japón, todo eso es posible por el cine, tiene un poder increíble. A veces no nos lo creemos, ojalá sirva de algo.

 

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