¿Dejaremos de ser racistas?
La firma de María José Aguilar, catedrática en Trabajo Social

María José Aguilar

El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Firma de opinión | ¿Dejaremos de ser racistas?
Hoy es el Día Internacional contra la Discriminación Racial. Una buena ocasión para reflexionar sobre el racismo que ejercemos en España, que vas más allá del prejuicio o del discurso del odio de la extrema derecha.
El racismo más violento e ignominioso es el racismo institucional, que reproducen y alimentan nuestras instituciones.
Nuestro racismo patrio no es algo anecdótico o aislado, sino estructural. Basta con observar el trato tan diferente que damos a las personas refugiadas, dependiendo de la guerra de la que huyan, o de la nacionalidad de su pasaporte. Si su pasaporte es ucraniano, se les trata como a seres humanos: con acogía rápida y procedimientos exprés, empatía mediática y social, y solidaridad. Pero si el pasaporte es otro y la guerra de la que huyen no es la de Ucrania, aún cuando las bombas que matan a sus hijos sean de fabricación española, entonces no les tratamos como seres humanos, sino de forma violenta y deshumanizada: baste observar lo que hacemos con las llegadas a nuestras fronteras del sur, lo que hacemos en los Centros de Internamiento forzoso de Extranjeros, las redadas policiales por perfil racial, las deportaciones ilegales, las trabas burocráticas y la exclusión de los servicios públicos.
Una conducta es racista si tiene efectos discriminatorios, directos o indirectos, en personas de grupos étnicos o raciales dominados. Unas políticas que deshumanizan e intentan mostrarnos como amenaza a ciertos grupos de personas, que alimentan el resentimiento hacia unos y solo reconocen la humanidad a otros son políticas racistas que, además, legitiman el racismo desde el Estado, que debería combatirlo.
España no ha atendido a ninguna de las 257 recomendaciones que nos ha hecho Naciones Unidas, ni a las que nos ha hecho la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia.
De hecho, hace un año, 124 países aprobaron en la Asamblea General de Naciones Unidas un llamamiento mundial contra el racismo y la intolerancia, y España no votó a favor.
La pregunta relevante hoy no es preguntarnos si somos racistas, que lo somos, sino si estamos dispuestos de una vez a dejar de serlo.




