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Historia del creador de Joma: 15 pares de hormas y una Singer

Cuando una buena idea comienza en un pueblo como Portillo de Toledo, con botas de fútbol en el altillo de una casa

Historia del creador de Joma: 15 pares de hormas y una Singer

Historia del creador de Joma: 15 pares de hormas y una Singer

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No es la primera vez, ni será la última, que buscamos con interés los primeros pasos de personas que han alcanzado las más altas cotas partiendo de la nada.

Fructuoso López nació hace casi 80 años en una casa de jornaleros pobres en el pequeño pueblo de Portillo de Toledo. Hoy, la compañía que creó a partir de quince hormas de zapato y una máquina de coser Singer prestadas, JOMA, tiene el honor de haber revolucionado estéticamente el mundo del fútbol introduciendo las botas de color, está presente en 120 países y alterna como la tercera compañía de equipamiento deportivo con más peso en el mundo.

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Conviene aclarar que el siguiente reportaje no está pagado. No es publicidad. Simplemente creemos que detrás hay una buena historia.

Los inicios de Joma en un pequeño pueblo de España

A orillas de la carretera comarcal CM-4011, entre los pueblos de Santa Cruz del Retamar y Portillo de Toledo, puede verse una de las vallas publicitarias, hoy herrumbrosa y empalidecida por el sol, que Fructuoso López mandó colocar hace cincuenta años en lo alto de un terreno baldío entre campos de cebada y olivos.

“Cuando puse las primeras vallas aquí, en la zona esta, -había una en esta carretera, otra en Fuensalida...- los fabricantes de por aquí que eran de toda la vida, de padres e hijos, gente con mucho dinero que había ganado en el calzado, me criticaban – Fructuoso, ¿por qué te gasta el dinero en estas cosas? Lo que tienes que hacer es guardártelo - Y yo veía que la mejor inversión que podía hacer, era ir haciendo marca”.

A escasos dos kilómetros, en las afueras de Portillo de Toledo, pueblo de 2.200 habitantes, está la sede central de JOMA. Alrededor de 250 empleados se mueven entre el departamento financiero, los puestos de dirección de venta, el área de diseño de productos, el control de calidad y el centro logístico, decenas de miles de metros cuadrados informatizados y conectados por sistemas aéreos, cintas transportadoras y brazos robóticos con capacidad para mover cien mil prendas a la hora. - “Puedes hacer un pedido por la noche y al día siguiente estar en la agencia sin haberle visto nosotros” - Desde los muelles de carga de Portillo de Toledo sale entre el 90 y el 95% de la producción mundial a cualquier punto del planeta. Previamente, el calzado y el resto de prendas han llegado desde China, Indonesia o cualquiera de los países donde se han confeccionado. No se fabrica en España.

Instalaciones de Joma en Portillo de Toledo

Instalaciones de Joma en Portillo de Toledo

“Nosotros fabricábamos todo aquí dentro, porque yo soy un enamorado de la fabricación, de ver cómo se hace cada cosa en el zapato. Y viene la globalización y te das cuenta que te invaden las marcas extranjeras. Muchos fabricantes tienen que cerrar porque no están preparados. Y entonces dices, - Bueno, ¿qué solución hay para salir de aquí? - Pues no hay más que adaptarse a lo que los demás vienen haciendo. Y lo que vienen haciendo, es que van a fabricar el producto a países de mano de obra muy barata. Yo tengo que ir allí, porque si no, se me acaba este negocio. Lo que ha pasado. En esta zona no hay fábricas de calzado y había más de 80. Cundo estos se van allí, yo me voy allí y dejo la afición tan grande que tenía de fabricar aquí, que para mí fue un trauma”.

Fructuoso López, su creador

Fructuoso López cumplirá 80 años en diciembre. Sus hijos han tomado el relevo, pero sigue pasando los días en la central. Esta historia comienza en los años inmediatamente posteriores a la guerra civil, la década de los 40.

Gregorio y Ramona, vivían en una casa de poco más de 50 metros, en Portillo de Toledo. Tenían tres hijos, un burro y nada más. “No había nada, solamente el campo para trabajar. Y no todos los días. Recuerdo que mi padre iba a la plaza del pueblo a ver si alguien iba por allí que necesitase algún trabajador. Así hacían todos los hombres de este pueblo, hacían corritos".

Los meses de verano, la familia se desplazaba a hacer la siega al pueblo de Fuenlabrada, en la provincia de Madrid. En invierno, durante la recogida de aceituna, seguían al padre hasta Méntrida. Su padre era maestro de molino de hacer aceite y pasaban allí otros dos o tres meses Fructuoso recuerda a su madre y a las mujeres del pueblo, con un saco atado a la cintura, yendo a las fincas ya cosechadas, donde los propietarios les daban permiso para rebuscar, a cambio de entregar parte de lo recogido. “Entre finca y finca hay una linde. Era el único sitio en el que por entonces había hierba. Entonces, en esas lindes cogíamos la hierba, la echábamos en sacos y la vendíamos a gente que tenía ganado. Yo, en esa época, también estuve un poco tiempo de pastor en Portillo con unas ovejas. Era muy pequeño, tenía como nueve años, a lo mejor sin cumplir. Pero la vida era así. De todos mis amigos, sólo estudiaron dos. Los demás no estudiamos ninguno porque teníamos que dedicarnos a colaborar algo para que prácticamente no fueras un gasto para la familia porque no daba para más”.

En el pueblo había pequeños talleres de reparación de calzado. Un día, Ramona, fue a pedirle al señor Alfredo que admitiera a su hijo Fructuoso de aprendiz. “Mi madre me ofreció a este hombre sin ganar nada, porque antes no se ganaba nada. Solamente mi madre y mi padre agradecidos de enseñarme algo”.

Se apunta a un curso de patronista de calzado por correspondencia, pasan los años y Fructuoso hace la mili en la base militar de El Goloso. Por las tardes, hace trabajos para un zapatero de Madrid.

“Después de la mili estuve como cuatro o cinco meses trabajando en Madrid en un sitio que hacían botas de fútbol. Se llamaba Calzados Marcos y ahí ganaba 1200 pesetas a la semana”.

Después de medio año trabajando en Madrid, propuso a su jefe que le prestara quince pares de hormas y una máquina de coser Singer. Trabajaría para él desde el pueblo. “Y dijo, de acuerdo Fructuoso, te vas allí y te presto quince pares de hormas y una máquina que vamos a valorar en 3.000 pesetas y me haces allí el producto, que eran las botas de fútbol”.

Se instala en el doblao de la casa de sus padres, una pequeña habitación de cinco metros con techos de madera y tablas, y comienza a coser botas de futbol. Fructuoso se casa y con el dinero que le entregan los invitados como presente, adecenta el altillo, contrata a su primer trabajador, José. Y luego a Monse. Al día hacían diez u once pares de botas. Cada par se vendía a 27 duros, 135 pesetas. Al cambio en euros, 81 céntimos.

“Yo salí a todos los pueblos de alrededor; Novés, Alcabón, Val de Santo Domingo, la Pueblo, Torrijos... Iba en bicicleta, llevabas los pares en un cajón atrás. Salía llamando puerta a puerta a ver si necesitaban algo de calzado con las botas al hombro, con 22 años. Un día que vendías tres o cuatro pares eran un éxito. Hoy estamos en 120,000 pares semanales de venta de calzado, no hablamos de ropa...”.

Fructuoso López decide arriesgar. Tiene 24 años y se endeuda comprando una fábrica vieja en el pueblo de al lado, en Fuensalida. Amplia la plantilla y prueba con diferentes tipos de calzados, todavía sin una marca. - “Porque ante la gente no compraba por marca. Lo que le decía el tendero era casi lo que compraban".

Estamos a finales de la década de los sesenta. Fructuoso acude a la fábrica de suelas con un nuevo molde de tacos para botas de futbol. -” Y había que poner a esas suelas, un nombre” - Sin darle mayor importancia, un representante de la fábrica, Valentín, pone la marca con la que se identificara el proyecto de Fructuoso. -” Yo acababa de tener un hijo, tenía mesecitos. Y entonces se le ocurre a uno decir, ¿Cómo se llama tu hijo? Se llama José Manuel. Pues vale, vamos a ponerle JOMA. Digo, Pues vale”.

La marca nació oficialmente en 1969. Aquel niño de meses, es hoy el director ejecutivo de la Compañía. JOMA está presente en 120 países, es la marca de deporte que más prendas de textil vende en España y se alterna como la tercera empresa de equipamiento deportivo con más peso en todo el mundo. La compañía sigue siendo familiar. -” Sí, totalmente, cien por cien, todo. Los hijos míos están ambientados en el calzado desde que eran pequeños, porque vivíamos dentro de la fábrica.” - Fructuoso López sigue viviendo a pocos metros de la sede central. - “Vivo a doscientos metros, mis hijos y yo. O sea, todos los que trabajamos en Joma, la familia, viven donde vivo yo. Hay quien dice ¡Coño, Fructuoso tenías que estar por ahí disfrutando! Pero si yo disfruto. Todos los viernes, a la una y media, me junto con los amigos a tomar un vino, una caña... Salgo al bar, a tomar un café, hablar con ellos. Eso es lo más bonito que puede haber, estar con los tuyos, con la gente que te ha visto con el que, sea por lo que sea ha hecho lo que ha hecho. Cada persona hace lo que puede hacer. Ni hay que mirarle al que hace más ni al que hace menos. Cada uno es como ha nacido. Oye, tus plantas diez árboles y resulta que uno ha desarrollado más que los otros. Lo has puesto en el mismo sitio, pero ha nacido más grande. Pero no tiene más valor”.

Severino Donate

Severino Donate

Llegó a la SER en 1989. Ahora hace reportajes.

 
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