La gimnasta de élite Olatz Rodríguez dejó el deporte por la anorexia: “Te amenazaban con no ir a competiciones”

Madrid

La gimnasta Olatz Rodríguez habló en Cadena SER hace un par de años de cómo, a pesar de ser una de las grandes promesas de la gimnasia rítmica en España, e incluso finalista de los Juegos Europeos de 2018, dejaba el deporte por un motivo que contó abiertamente: un trastorno alimenticio.

Hoy, varios años después, se ha asomado a La Ventana para volver a contar su historia, que llega en forma de libro con ‘Vivir del aire’, de la editorial Planeta, que va ya por la segunda edición.

“El libro en sí no es mío, a pesar de que salga mi nombre y sí, es mi historia, pero es la historia de muchas personas”, ha asegurado Olatz, “y la historia de una persona, como decía Ortega y Gasset, realmente es un cúmulo de circunstancias en las que han participado multitud de personas”.

El deporte de élite, factor de riesgo

Recuerdo cómo, cuando era deportista de élite, a ella y a sus compañeras las pesaban con asiduidad. Perder peso era motivo de celebración, perderlo, de castigo: “La gran mayoría teníamos conductas relacionadas con este tipo de trastornos. En mi caso las entrenadores me decían ‘o comes u hoy no entrenas’, pero a mi lo que me creaba era un sentimiento de hipocresía, porque al mismo tiempo observaba como el resto de compañeras se llevaban broncas e incluso amenazas por dar un peso u otro”.

Para ella, la lucha contra la anorexia nerviosa que tuvo diagnosticada comenzó pronto: “Me animé a comenzar a restringir ras el europeo de 2018 a pesar de haber sido una de las experiencias más bonitas que habíamos podido vivir por el mero hecho de estar junto a esas gimnastas con las que yo por lo menos nunca me hubiese imaginado estar compartiendo un tapiz”.

En ese momento, recuerda, se dio cuenta de que “la realidad era que yo realmente no quería continuar compitiendo, no era algo que me hubiese gustado. Fue una situación que se me escapó de control y quise empezar a controlar aún más mi propia ingesta”.

El entorno también afecta

También el entorno juega un papel fundamental en casos como el suyo: “Es muy complejo definir una causa, pero hubo múltiples factores que contribuyeron en mayor o menor medida. Alguno quizá no fuese en absoluto la intención de esa persona, pero de ahí que tengamos que tener más cuidadito o al menos intentarlo”.

“En mi caso la culpa que siento y sobre todo sentía al ingerir alimentos ha ido desapareciendo enfrentándome a la misma, tras sentir la culpa, en lugar de restringir continuar comiendo como si no pasase nada. Entonces poquito a poco te das cuenta de que realmente no ocurre nada, esa culpa va desapareciendo. Pero cuesta bastante enfrentarte a ese sentimiento, sobre todo esas primeras veces”, ha asegurado.

Ella recuerda algunos momentos concretos, como su padre llamándola ‘gordi’ como apelativo cariñoso, que ahora ve como comentarios dañinos, aunque esa no fuera la intención: “En el libro se mencionan ciertos comentarios, sobre todo por parte de mi padre y mi hermano, que no es por hacer una crítica ni mucho menos, sino mencionar que a veces se dicen cosas sin ninguna intención y desde el cariño, pero hacen daño sin tu quererlo”.

Lidiar con un trastorno alimenticio

También es muy complejo para las familias de una persona con un trastorno alimenticio el aprender a lidiar con ello: “Bajo mi punto de vista las personas que más sufren estas enfermedades son los familiares porque no se sabe qué hacer para ayudar a la persona”.

La anorexia se trata también como una adicción, que es algo que Olatz comprende perfectamente: “muchas veces, en las peores circunstancias acudo a ello, siempre tiendo a restringir cuando me encuentro descontrolada, es un factor que me ayuda a sentirme a gusto. es una adicción porque acudes a ello, ya no por referencia al físico, sino porque no eres capaz de gestionar tus propias emociones”.