Regreso al pasado

Córdoba

Una niña llora desconsolada. Viste un ligero vestido, sin medias, ni abrigo. A sus pies, una vieja muñeca yace mutilada e ignorada. Su gran tesoro, su compañera, a la que abrazaba en sus noches a salvo, ha dejado de importarle.

Una madre amamanta a su bebé. Está sentada en una cuneta de la que no sabe si saldrán. Con dignidad, tristeza y sin reproche sostiene la mirada a los hombres que la fotografían desde una furgoneta.

Una anciana avanza apoyada en un hombre y un bastón. No puede dar ni un paso más, pero sigue intentándolo. Las úlceras de sus piernas empapan de rojo sus zapatillas blancas…, y así hasta 26 imágenes.

Hace unos años tuve la suerte de participar en un documental sobre el médico canadiense Norman Bethune. Su apoyo a un gobierno legítimamente elegido y su lucha contra el fascismo lo trajo hasta España, convirtiéndose en el responsable del único testimonio gráfico del genocidio de la carretera que une Málaga con Almería.

Los números no son exactos, pero hay estudios que alcanzan la cifra probable de hasta 15.000 personas muertas en la huida de población civil más grande y sangrienta de la Guerra Civil española.

Por mi trabajo, estuve frente a esas 26 fotografías durante horas. La realidad que reflejan es tan ajena a lo humano, que resulta muy difícil interpretarlas emocionalmente. No es posible mirarlas sin pavor, sin el pánico que produce una película de terror cuando la música sube y el miedo se encarna en monstruo.

Para no aullar de dolor cada vez que las miras, la mente te ofrece una serie de herramientas que cada cual gestiona como puede. Una de ellas es usar la distancia temporal y la certeza de que algo así no volverá a repetirse en un espacio como el que hemos construido.

Y no es que no suframos las guerras de otros. Es solo que buscando en nuestra caja de herramientas, encontramos auxilio al pensar que todo cambiará para esos pueblos cuando avancen en democracia y en diplomacia. Ahí está su esperanza.

Que Ucrania nos enfrente a fotografías como las de la Guerra Civil española nos conmueve de forma especial porque nos hace ver que ni los avances en derechos, ni la democracia ni la diplomacia, nos vuelven intocables y que los retrocesos también se dan en espacios que creíamos conquistados. En este caso, ni siquiera sabemos dónde está la esperanza.