Ya no hay temas menores, ni protestas insignificantes
Dudas Razonables, el comentario de Josep Cuní
Ya no hay temas menores, ni protestas insignificantes
Barcelona
Ya no hay temas menores. Ni protestas insignificantes. Hace una semana que un grupo de transportistas empezaron un paro que el gobierno minimizó. La gran patronal no lo secundaba y se creyó que esto era garantía de tranquilidad. Error. Cada día que pasaba se iban sumando más conductores de mercancías a una inacción que ha acabado en una reunió del gobierno sin aceptación de una subvención del 500 millones de euros para compensar el alto precio del gasóleo. Al no concretar ni como ni cuando se pagaría, no se aceptó la contrapartida porque darle al contacto del camión supone perder más que ni el vehículo deja de circular.
Los profesionales del volante van quedándose en casa. O cortando carreteras. El desabastecimiento de los mercados centrales y las grandes superficies va creciendo. Lentamente, sí, pero mostrando algunos estantes vacíos. Los pescadores gallegos se quedan en puerto. Los ganaderos ven cómo se les acaba el pienso de los animales sin que se resuelva la crisis de los cereales indispensables para su elaboración a causa de la guerra de Putin.
Las consecuencias de la pandemia y el cierre de algunas ciudades chinas por su rebote, siguen cebándose, aunque en menor medida, en el transporte de elementos tecnológicos indispensables para nuestra vida cotidiana. Los precios de la luz y del gas torpedean los bolsillos de las familias y alteran la producción de las fábricas. Algunas cerradas temporalmente. Tampoco les sale a cuenta producir. Pedro Sánchez se reúne hoy con los representantes de las grandes compañías energéticas mientras va sumando apoyos para que Bruselas separe las energías que participan en la subasta diaria, que dispara costes y arruina bolsillos.
Un aire de chalecos amarillos recorre España temiendo su contagio por toda la Unión, como admitía el viernes en este programa Iratxe García, la presidenta del grupo socialista en el Parlamento europeo. Y Putin sigue allí, desestabilizándolo todo con una guerra que nadie supo ver llegar ni vaticinar. La duda razonable es si se está haciendo la lectura correcta de la situación. Un momento difícil, complejo y turbulento que parece fruto de la tormenta perfecta. Como hace este año, un siglo que sucedió en Italia con la marcha sobre Roma y la llegada de Mussolini al poder gracias, especialmente, a los votantes socialistas. O veinte de la victoria progresiva de Jean Marie Le Pen en las presidenciales francesas gracias al trasvase de los sufragios de los comunistas. Ambas izquierdas incapaces de aportar soluciones a las necesidades de sus fieles. Como hoy. No es extraño, pues, que la ultra derecha aproveche una situación que sabe que, de antemano, la favorece. Porque además, en España, sale con ventaja.