¿La guerra acabará como todos habían imaginado?
'Dudas Razonables', el comentario de Josep Cuní

¿La guerra acabará como todos habían imaginado?
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Barcelona
No es descartable que cuando la Unión Europea temió los primeros ataques del Ejército ruso sobre Ucrania, pensara que solo afectaría en el Donbass, la zona de frontera de la que Moscú acusa a Kiev de maltratar y perseguir a la población rusa. Si fue así, es porque Bruselas miró hacia atrás y recordó qué había pasado y qué hizo Europa en 2014, cuando Putin seleccionó Crimea sin bajar del autocar. ¿Condena internacional? Sí, sanciones económicas, por supuesto también, pero nada más. Y así ha sido como desde hace exactamente ocho años, aquella península estratégica para el control del Mar Negro pasó a ser rusa y nadie más lo discutió.
Pero las cosas no han ido de aquella manera, sino de forma muy diferente. Putin ha vuelto a engañar, pero a gran escala, y ha desplegado una fuerza inusual e imprevisible. En pleno siglo XXI, excepto la parte oeste de Ucrania, todo aquel país ha recibido el impacto de algún misil. La mayoría de sus grandes ciudades están rodeadas y en un par de ellas, Mariúpol. La situación es trágica desde hace exactamente dos semanas por la falta de alimentos, de luz y de gas. Durante todo este tiempo el presidente ha ido enardeciendo a las masas, vía redes sociales y llamando a la resistencia, hablando telemáticamente, diversos parlamentos internacionales de aquellos países que dicen darle todo el apoyo que queda reducido a la hora de la verdad. El enemigo directo de armas o no, en la ayuda humanitaria y en facilitar la residencia por razones de guerra, a los refugiados dispersados que ya suman más de tres millones y medio de personas.
Ahora, el día 28 de la guerra, el propio Zelensky que hace dos días se había comprometido a no ceder ni un palmo del territorio, ahora dice que está dispuesto a hablar de aquella Crimea conquistada ilegalmente por los rusos, pero ya olvidada por el mundo que tanto llora por el país y también de las provincias rusas del Donbass, donde el espíritu de la guerra, ahora consagrado con muertes y desolación a gran escala, hacía exactamente ocho años que permanecía a niveles de baja intensidad.
Pero el drama percibía la duda razonable. Continúa siendo hoy, entonces, si aquel posible, pero todavía no probable final acabará como todos se habían imaginado que acabaría con Rusia ampliando su territorio, con Rusia desplazando una parte de sus fronteras y consiguiendo que la OTAN no se le acerque tanto. Si fuera así, se demostraría, como ya nos preguntábamos en este programa descarnadamente hace una semana, que Zelensky empieza a asumir que ya no puede asimilar muchos muertos más, ni tampoco desplazados, ni refugiados, ni destrucción, ni devastación, a diferencia de Putin que comportarse como un dictador. Poco le importan, porque tampoco admite el revés que está sufriendo su ejército y las consecuencias económicas que está padeciendo su población. Si al final acabará volviendo a la casilla de salida, sería lógico preguntarse por qué se ha permitido que la cruel guerra esté llamando a nuestras puertas durante un mes.
Y se cumplirían entonces los pronósticos de la ministra Margarita Robles cuando explicó en el Congreso de los Diputados que se calculaba entre 4 y 10 semanas de enfrentamientos a gran escala. Después podría haber una guerra de resistencia que si se instalara, especialmente en el Donbass, cuando esta región fuera concedida por efecto de un acuerdo de paz posible, seguiría viviendo la guerra de antes, la guerra de siempre, pero públicamente, la que ya no existía, como la que ya no aparece de Siria, de Libia, de Irak y tantas otras.




