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Villada: memorias de 'La Vieja' en la populosa villa

El villadino Francisco Calvo Manzanares centra su mirada en una feria que tuvo gran arraigo

Pasacalles de Gigantillas y Gigantones / Foto Guzmán do Rego, 1929

Villada

Autor: Francisco Calvo Manzanares

Concluidas las fiestas carnavalescas e impuesta la ceniza, da comienzo la Cuaresma. El pueblo de Villada atesoraba la costumbre de representar tal período litúrgico mediante una vieja, recortada en papel, con siete patas siendo una de ellas más corta que el resto. Cada pata simbolizaba una semana de las que conforman la Cuaresma, al terminar cada semana se le cortaba una pata comenzando por la de menores dimensiones que correspondía a la de ceniza.

En la mitad de la Cuaresma concretamente el tercer miércoles que este año corresponde al día de hoy, 23 de marzo, se partía la vieja determinando este acto el inicio de la feria villadina que podía prolongarse durante tres días, esta feria recibía el nombre de “la vieja” quizá por esta representación y se emplazaba en torno a la iglesia de san Fructuoso.

Este festejo de relevancia en tierras de Castilla y de León reunía a multitud de comerciantes que llegaban al “puerto seco” a realizar sus acciones de compraventa con el fin de ejecutar sus tareas agrícolas. El ganado adquiría una importancia relevante, ya que las gentes aguardaban la llegada de la feria para abastecerse de animales de tiro o labor.

El día de Palencia en 1923 anunciaba en su publicación asidua del 2 de marzo la próxima efeméride de la “tradicional e importante feria de La Vieja en Villada los días 6, 7 y 8 del actual mes para toda clase de ganados”.

Las crónicas de la época se hacían también eco del éxito de la feria: “El ferial también ha estado muy concurrido, si bien aquí había ganado de todas clases y precios, pollinos, caballos y mulas, haciéndose bastantes transacciones y cambios”, haciendo alusión a “los numerosos pares de buenas mulas” y al “mercado de ganado vacuno” con las mejores ventas frente al “flojo mercado de cereales”.

El año anterior la prensa destacaba que “las grandes partidas de mulas eran del país, francesas o americanas procedentes de las cuadras de Zamora, Rioseco, Villarramiel y otros, además de las muy numerosas y buenas que tenían los tratantes de esta villa”.

Villada era conocida por sus asados, el besugo en escabeche y el famoso salmón, que le otorgaban la calificación de “puerto seco”. Más allá del ámbito comercial, la feria poseía un carácter festivo, ya que alegres dianas y pasacalles eran interpretados por la banda o los dulzaineros.

La costumbre de la popular procesión de gigantes y cabezudos también tenía su lugar en la feria. Estos gigantones o gigantillas realizan su primera aparición en el año 1903, cuando un pleno del ayuntamiento recoge el acuerdo de “adquirir una colección de cuatro gigantones para dar mayor realce a las ferias y solemnidades” que recorrían las calles de la población, acompañados de música instrumental con frecuencia interpretada por el señor Luis Soto Caralo con su saxofón y algún mozo al redoblante o por dulzaineros y la banda municipal hasta su extinción en los años 40.

El folleto de mano del año 1912 también anunciaba cucañas “de distintas clases y con diferentes premios en metálico” para los más habilidosos, además de un gran baile en la Plaza Mayor y “brillantes bailes” en el casino El Porvenir y el Café del Norte, importantes establecimientos de la villa. Las actuaciones teatrales también hacían presencia, gozando de la satisfacción de los vecinos y extranjeros que alababan su trabajo, desplazándose algunos solo, con el propósito de oír al orfeón villadino.

En el siglo XX la feria incorporó globos aerostáticos y fuegos de artificio adaptándose así a los avances presentes sin perder el prestigio e importancia que le correspondían por derecho debido a la hospitalidad de sus vecinos para con los foráneos. El declive del pueblo, junto al de las actividades tradicionales primarias, llevó a la desaparición de la feria de la que los villadinos apenas conservan un tenue recuerdo.

 
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