Una guerra como Dios manda

MADRID

Para que una guerra sea una guerra como Dios manda necesita de un brazo religioso que le dé soporte espiritual, como ha hecho Kiril, el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa y aliado del sueño imperial de Putin. Como ustedes saben, la religión ortodoxa es una escisión de la católica con muchas semejanzas doctrinales y una diferencia fundamental: el estilismo de sus patriarcas. Visten como vestiría un hijo de Rosalía y El Cigala. Para Kiril no parece haber más mandamiento que echarse encima cualquier cosa que brille.

Muchos ortodoxos no están de acuerdo con Kiril. La iglesia ortodoxa de Holanda, por ejemplo, ha pedido que sea destituido del cargo, lo cual le haría un daño terrible porque le obligaría a hacer algo que odia: vestir de forma discreta.

Kiril ha señalado los desfiles del orgullo gay que se han celebrado en Ucrania como una razón más que justifica la invasión. “Si la humanidad acepta que el pecado no es una violación de la ley de Dios —ha dicho refiriéndose a la homosexualidad— entonces la civilización humana terminará ahí”. Kiril está muy equivocado. Si hay algo que asegure la continuidad de la civilización humana es la vocación de los gais por ser padres. Además, suelen tener los hijos de dos en dos, con lo que una pareja de gais del Opus podría repoblar ella sola toda la España vaciada.

Kiril debería saber también que, puestos a acabar con la civilización, hay métodos más efectivos de conseguirlo. Por ejemplo, bombardear una maternidad infantil. Si los desfiles gais fueran tan peligrosos como dice el patriarca ruso, Hitler no hubiera invadido Polonia con tanques sino con carrozas del orgullo. Y le hubiera ido mejor porque ante una invasión así no hay quien se resista. Europa sería muy distinta a como es hoy. Viviríamos en una dictadura, sí. Pero de la moda y el ritmo.