El mejor entrenador… en el peor momento posible

València

La lesión de Klemen Prepelic para lo que resta de temporada supone el colmo de los infortunios para Valencia Basket. Ya son más de 110 ausencias por razones físicas de diversa índole desde el inicio de la competición 21/22. La baja del tirador esloveno es especialmente dolorosa, porque no tiene un recambio natural en la plantilla. Probablemente Peñarroya pasará a una configuración de quinteto en la que los combos (Hermansson y Dimitrijevic) ganen en protagonismo, pero nada será lo mismo. Pensar en ganar la ACB o la Eurocup sin el concurso de uno de los mejores jugadores taronja este año (15 puntos de promedio en Liga Endesa y 14’2 en Europa) se convierte en algo casi utópico.

El asunto de las lesiones es doloroso en sí mismo porque dinamita casi por completo una temporada ilusionante. Pero el problema no acaba aquí. El modo en que el club ha afrontado la gestión de esas bajas complica notablemente un futuro proyecto con Peñarroya al frente. Aunque públicamente ha mantenido las formas, la realidad es que Joan fichó por Valencia Basket pensando que la realidad y las posibilidades económicas del club serían otras. Ha habido varios momentos durante los últimos seis meses en los que era muy aconsejable reforzar el roster. Por muchos motivos: potenciar al equipo en posiciones muy castigadas, no cargar de minutos a los jugadores sanos, equilibrar numéricamente los entrenamientos para poder trabajar 5 vs 5 con cierta calidad e intensidad… Pero no ha habido forma. La decisión del dueño es firme. No hay presupuesto para gastos extra y esa medida ya ha generado una erosión interna con Peñarroya que las partes negarán pero que está ahí.

Y luego está el tema de la renovación. La Cadena SER desveló el pasado 11 de marzo que Valencia Basket había puesto sobre la mesa de Joan una oferta en firme por dos temporadas. En el universo taronja (el reciente, al menos), la propuesta tiene tintes de proeza. Hablamos de un club que ha hecho del 30 de junio y el año a año una forma de vida. En su primera gran decisión como director general –y sabiendo que las aguas con Peñarroya ya bajaban revueltas por no haberle firmado refuerzos durante la primera vuelta- Enric Carbonell fue inteligente: dos temporadas de contrato y además sin esperar al verano. El problema ha sido el mismo con el que se ha encontrado la mano derecha de Juan Roig en La Fonteta con los fichajes: el presupuesto. La primera oferta económica de Valencia planteaba mantenerle el sueldo a Joan los dos próximos años, sin incremento alguno a pesar de su buen trabajo desde que llegara a la entidad. Ese ofrecimiento, lógicamente, fue rechazado.

Aunque la contraoferta del club supera las cifras que tuvieron en su día Perasovic o Ponsarnau siendo campeones de la Eurocup, Peñarroya ha querido dar un frenazo al asunto de su continuidad. Tiene propuestas de más equipos (aquí y fuera) y, sobre todo, tiene dudas. Ha aterrizado en La Fonteta en un momento de tremenda incertidumbre. Joan debe tomar una decisión. Ahora o cuando acabe la temporada. Pero es él quien debe tomarla. Confiar en que las cosas puedan cambiar a partir del próximo verano, en el segundo año de Enric Carbonell al frente y ya con las reglas del juego marcadas de forma nítida. O marcharse de una institución que vive meses de zozobra e indefinición societaria. Haga lo que haga, habrá que entenderle. Aunque ojalá elija lo primero. Por perfil, por capacidad y por nivel, Joan Peñarroya es el hombre que debería dirigir el primer partido de Valencia Basket en el Arena. Pero para eso, lamentablemente, queda mucho. Quizá demasiado.