La hispana Ariana DeBose ha conseguido alzarse con el Oscar en la categoría de mejor actriz de reparto gracias a su papel de Anita en «West Side Story», la nueva versión del icónico musical de 1961 ahora llevado a la gran pantalla por Steven Spielberg. «¿Sabéis qué? Los sueños se cumplen», dice Ariana DeBose tras convertirse en la primera mujer abiertamente queer en ganar una estatuilla. Y es que la actriz ha roto todos los moldes con su estatuilla y ha puesto en pie al mundo del cine con un discurso dedicado a todos aquellos que alguna vez han cuestionado la identidad de los demás. “Mírala a los ojos, ves a una mujer de color abiertamente queer, una afrolatina que encontró su fuerza en la vida a través del arte, y eso es lo que creo que estamos aquí para celebrar. Esto es para que cualquiera que alguna vez haya puesto en entre dicho vuestra identidad, que sepa que hay un sitio para vosotros, concluyó visiblemente emocionada y entre la ovación unánime. Es la tercera vez que un actor gana el Oscar con el mismo papel en una misma película. Ariana DeBose emula a Rita Moreno (ambas han ganado como Anita de «West Side Story») y se unen así a Heath Ledger y Joaquin Phoenix con sus Joker, y a Robert De Niro y Marlon Brandon con Vito Corleone. En los Oscar, como en la ley electoral española, queda lejos eso de una persona, un voto. El proceso electoral es mucho más complejo que todo eso y repercute en el tipo de películas que suelen llevarse el Oscar. La Academia cambió el modo de votar y el número de películas nominadas finalistas en la categoría estrella, la de mejor película. Fue el año en que quedaron fuera dos películas importantísimas para la industria y aupadas por la crítica, como fueron El caballero oscuro, el Batman de Christopher Nolan, y la cinta de animación Wall-E. Desde ese momento, la Academia amplió el número de nominadas hasta un máximo de diez, dependiendo de los votos obtenidos en la primera ronda. Cada año las académicas y los académicos votan las películas inscritas y estrenadas en al menos un cine del condado de Los Ángeles, la ciudad donde se celebra la gala, un número cada vez mayor y más diverso donde desde el #OscarSoWhite y el #MeToo han ido entrando más afroamericanos y mujeres y también miembros de otros países, sobre todo de Europa. En una primera votación los académicos votan por gremios, los directores a los directores, los músicos a banda sonora, etc. Salvo la categoría de mejor película donde votan todos. Una vez tenemos las nominadas, se repite la votación entre las elegidas. Ahí todo normal, cada uno vota a su favorita en las diferentes categorías, pero no en mejor película. En esa categoría se aplica el llamado voto preferencial, que significa que hay una serie de pautas para contabilizar el voto. Para empezar el votante ordena del 1 al 10 por orden de preferencia las películas nominadas y se entrega la papeleta, más bien se vota online. La clave está en el recuento, que tiene cierto parecido a la ley electoral de nuestro país, sobre todo por su objetivo, evitar las opciones más radicales y centrarse en las opciones de consenso. Se hace un primer recuento. Si hay una película con mayoría absoluta (la mitad más uno de los votos) de números unos, esa pasa directamente a ganar el Oscar. Si no hay mayoría, el voto número diez de esas papeletas se elimina de todas las papeleras, tanto de las que estaba la último como en las que está la primera. De modo que en las que estaba en primera posición, ahora ese voto pasa a la segunda en la lista. Normalmente suele ocurrir esto, salvo cuando hay una grandísima favorita, pero no suele ser lo habitual. Este sistema permite hacer cierta manipulación, puesto que cuando tienes un rival seguro, la estrategia para que reste puntuación es ponerla la última y poner en los segundos y terceros puestos películas que difícilmente van a poder ganar.