Vivir en paz

Madrid

Las cosas más inesperadas pueden suceder en el ámbito doméstico. Sentada ante el televisor un domingo por la tarde, huyendo del griterío del mundo, escuché un gluglú que me hizo clavar la vista en la pantalla, buscando el origen del ruido.

Aquel borboteo no pertenecía a la serie 'La vuelta al mundo en 80 días', por la sencilla razón de que Phileas Fogg, muy bien interpretado por David Tennant, se encontraba en aquel momento subido a un camello y atravesando un desierto. Comprendí, de pronto. Y el peso del medio ambiente cayó sobre mis hombros, al tiempo que los ojos de Greta Thunberg taladraban mi nuca. Había olvidado cerrar el grifo del lavabo con una prenda en remojo, durante un episodio y medio.

Unos pasos después, supe que tenía que arremangarme y atravesar la marea alta usando todas mis toallas y mis mantas para enjugar el desaguisado. Luego me desplomé y esperé la inevitable llamada a mi puerta. Esperé la ira justificada de los vecinos de abajo. Pero cuando abrí era una mujer joven y amable quien me pedía disculpas por la irrupción y me preguntaba si estaba bien, y si había ocurrido algo con las cañerías. Bajé la cabeza y le mostré el desastre. Sin inmutarse, me preguntó si necesitaba algo. Me atreví a pedirle una toalla para ducharme al día siguiente, y la trajo en un par de minutos.

Porque las cosas más inesperadas pueden suceder en la propia casa. Que alguien te trate bien cuando te portas mal. Se llama vivir en paz. Y no siempre le damos la importancia que merece.