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Opinión

La estafa

Juan Miguel Alonso

La opinión Juan Miguel Alonso (31/3/2022)

02:09

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León

Miren, si no lo digo reviento: la nueva ley educativa es la enésima oportunidad perdida. Por decirlo en roman paladino, una cagada, un truño . El primer fracaso es no tener 40 años después una ley consensuada, y esta, como todas las anteriores, durará lo que dure el gobierno. El segundo, no menor , es que de nuevo nada se ha consultado a los que estamos a pie de obra. Ya se sabe que ingeniería educativa se pergeña mejor en los despachos enmoquetados que en el andamio de las aulas.

Me parece igualmente inconcebible la práctica desaparición de la filosofía, muy grave en si misma y un síntoma de lo peor: la capacidad para construir un pensamiento crítico. Es infumable la recreación de un sistema de evaluación que no exige nada al alumno, y que supondrá la desmotivación de los mejores y el analfabetismo funcional de los más débiles. Esta ley no soluciona el fracaso escolar, lo esconde debajo de una jerga pseudopedagógica huera y vacía, dejando en manos de cada junta evaluadora decisiones de promoción y titulación que deberían estar regladas en piedra.

Pero es que , además , no toca ni uno de los privilegios de la escuela privada y de su patronal, la Iglesia. Y, sobre todo, no asegura una financiación suficiente que es, como siempre, la auténtica madre del cordero.

Los que me conocen saben bien que no estoy en el bando de los patriotas melancólicos ni lo estaré nunca. Pero esta ley, en su inanidad, ataca esencialmente a los sectores sociales más desfavorecidos porque, no nos engañemos, los hijos de los familias más acomodadas, van a seguir teniendo recursos para pagarse una escuela paralela, para clases, para viajes de idiomas al extranjero, y para másteres de relumbrón. La escuela pública debe de ser tan inclusiva como exigente porque para los que menos tienen una educación de calidad es la única puerta abierta a un progreso, a un futuro digno. Lo otro, esta parodia festiva del conocimiento y la formación, es un tongo catedralicio, una estafa como un piano , que pagarán, como siempre, los hijos de los parias.

Si pudiera le pediría cuentas a la embajadora Celaá, pero, camino al instituto, el Vaticano me queda siempre muy a desmano.

 
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